
En un mundo donde millones de jóvenes pasan gran parte de su vida en línea, resulta cada vez más urgente que el cine refleje esa realidad. Eddington, la reciente comedia de terror COVID de A24, escrita y dirigida por Ari Aster, intenta capturar esta experiencia. La historia muestra cómo Internet invade un pequeño pueblo en días, exponiendo la colisión de lo virtual y lo real. Sin embargo, la película no logró conectar con la audiencia, recibiendo críticas mixtas tras su estreno en el Festival de Cine de Cannes y un desempeño moderado en taquilla. Esto subraya la dificultad de dramatizar la vida digital dentro de las convenciones del cine tradicional.
El cine frente a la cultura digital
Uno de los principales retos es cómo representar convincentemente actividades pasivas como navegar, leer o enviar mensajes. Además, gran parte de la interacción en línea incluye códigos, memes y dinámicas sociales que pueden resultar incomprensibles para quienes no están inmersos en la cultura digital. Producciones recientes han intentado innovar: desde villanos de inteligencia artificial en franquicias como M3gan, hasta películas independientes como We’re All Going to the World’s Fair, que exploran la rutina virtual de adolescentes. Sin embargo, estos esfuerzos suelen ser parciales y carecen de resonancia masiva.
Series de streaming como Adolescence de Netflix, que muestra la radicalización en línea de un joven, o The Savant de Apple TV+, protagonizada por Jessica Chastain y centrada en extremistas digitales, reflejan el interés de las plataformas en abordar estas realidades. Aun así, la narrativa digital suele ser suavizada para no alienar al público. Películas como Eighth Grade de Bo Burnham lograron integrar la vida online y offline de manera auténtica, pero continúan siendo excepciones dentro de la industria.
La relevancia de Eddington no disminuye con su fracaso comercial: revela la urgente necesidad de que el cine contemporáneo reconozca que lo online y lo offline están intrínsecamente unidos. Incluso Paul Thomas Anderson, con One Battle After Another, muestra cómo Internet influye en la cultura y la política sin necesidad de mencionarlo explícitamente.
Aunque la gran pantalla aún no logra capturar plenamente la vida digital, los cineastas están frente a un desafío inevitable. Las películas que confronten esta realidad de manera directa ayudarán al público a entender la influencia de la era digital en la sociedad moderna. El arte cinematográfico debe adaptarse a los tiempos para no quedarse atrás frente a la realidad cada vez más híbrida de la Generación Z y Alpha.