
La premisa de Papá x dos (2025) es sencilla y efectiva: un hombre ordenado y estructurado, interpretado por Benjamín Vicuña, está convencido de haber encontrado a la pareja perfecta en Ana, interpretada por Celeste Cid.
Sin embargo, en el momento exacto en que imagina dar el paso hacia la convivencia, ella le anuncia que está embarazada, pero no de él, sino de su ex, interpretado por Lucas Akoskin. El giro que plantea la convivencia forzada de los tres, con todo lo que eso implica en términos de celos, inseguridades y nuevas dinámicas afectivas, funciona como disparador de un relato que se mueve entre lo cómico y lo tierno.
La comedia argentina suele navegar entre dos mares: el de la liviandad simpática, pensada para un público amplio que busca un rato de identificación y risas fáciles, y el de un cine que intenta interpelar, poner en cuestión ciertos mandatos, incluso desde el terreno amable del humor. Papá x dos, dirigida por Hernán Guerschuny (Doble discurso, 2023), se ubica en esa segunda categoría, aunque lo hace con más prudencia que riesgo, con una historia que no incomoda demasiado pero que sí invita a repensar qué entendemos por familia.
Uno de los puntos fuertes de la película es su elenco. Vicuña sostiene con carisma un personaje que podría haber caído en la caricatura de hombre rígido, pero que, gracias a su trabajo, logra transmitir fragilidad y cierta humanidad torpe. Cid, por su parte, construye un personaje que equilibra libertad y ternura, siendo la figura que articula este triángulo improbable. Akoskin, en la piel del ex carismático que irrumpe desde Miami, aporta el contraste necesario para tensar la cuerda.
Es cierto que la dinámica de “dos polos opuestos” conviviendo en la misma casa ya ha sido explorada en numerosas películas, pero lo interesante aquí radica en los pequeños gestos, en cómo se genera complicidad con el espectador a partir de la incomodidad cotidiana.
A nivel formal, Guerschuny alterna algunos pasajes de humor físico, enredos y malentendidos, pero a veces las escenas se sienten como compartimentos aislados, casi pequeños sketches que no terminan de integrarse completamente al flujo narrativo. Esta irregularidad genera la sensación de una película con altibajos: por momentos chispeante, por momentos demasiado convencional.
Más allá de los aspectos técnicos, el film refleja algo que hoy está en la conversación social: los modelos de familia en transformación, la convivencia con el pasado de las parejas, la necesidad de negociar espacios y roles en un mundo menos rígido que antes. Y lo hace desde el humor, con una mirada que evita caer en la crueldad o la ironía amarga, prefiriendo reírse con los personajes en lugar de hacerlo de ellos.
Al final, la sensación que deja Papá x dos es la de un relato que entretiene y genera momentos de identificación, aunque no arriesgue demasiado. Nada más, pero tampoco nada menos: una comedia argentina que cumple con lo que promete, sin buscar mucho más que eso.