
Con un reparto estelar encabezado por Margaret Qualley, Chris Evans y Aubrey Plaza, el filme prometía ser una reinvención fresca del cine noir con tintes de comedia negra y erotismo. Sin embargo, pese a su estilo visual atractivo y un ritmo narrativo dinámico, la película se queda a medio camino: ni es un thriller convincente ni una sátira redonda, y su guion termina dejando más preguntas que respuestas.
La historia sigue a Honey O’Donahue (Qualley), una detective privada de carácter fuerte que se ve envuelta en un caso de asesinatos que, en principio, parecen estar relacionados con una secta dirigida por el reverendo Drew Devlin (Chris Evans). Entre su investigación, su vida personal y un romance apasionado con la oficial MG Falcone (Aubrey Plaza), Honey se sumerge en un enredo que mezcla misterio, crimen y escenas de alto contenido sexual. Pese a sus elementos atractivos, la narrativa nunca llega a encontrar un tono coherente: los casos que parecían conectados resultan ser incidentes aislados y la supuesta trama central en torno al culto queda apenas esbozada.
Lo más frustrante de Honey Don’t! es su potencial desaprovechado. Coen plantea un universo rico en estética: paisajes áridos que sustituyen los típicos callejones oscuros del noir, personajes extravagantes que rompen con los arquetipos clásicos y diálogos cargados de humor ácido. Sin embargo, toda esta puesta en escena no compensa un guion que avanza sin rumbo definido y que falla a la hora de generar tensión o cerrar las subtramas que introduce. El resultado es una película estilizada, pero carente de cohesión narrativa.
Las escenas de sexo lésbico entre Qualley y Plaza aportan un matiz sensual al relato, aunque su inclusión parece más una decisión estética que narrativa. De igual forma, el reverendo interpretado por Chris Evans, que debería funcionar como antagonista magnético, termina reducido a un personaje caricaturesco que no intimida ni fascina. La trama avanza a buen ritmo, pero la sensación final es la de haber visto piezas sueltas de una historia que nunca termina de ensamblarse.
El reparto es, sin duda, lo más valioso del proyecto. Margaret Qualley sostiene la película con su carisma y presencia magnética, mientras que Aubrey Plaza, a pesar de tener menos tiempo en pantalla, aporta intensidad a cada escena. Chris Evans, por su parte, se arriesga con un papel muy distinto a los que suele interpretar, aunque la escritura de su personaje no le permite brillar tanto como podría.
Honey Don’t! es, en definitiva, una película decepcionante: estilizada y atractiva a nivel visual, pero vacía en contenido y ejecución. Con un elenco de lujo y una premisa que prometía dinamitar el género noir, el filme se queda como una curiosidad que no alcanza las expectativas que había generado. Una propuesta para quienes valoran más la estética que la narrativa, pero que deja claro que el talento detrás y delante de la cámara merecía una historia mejor. @mundiario