
miércoles 17 de septiembre de 2025
Ensenada’55 (2024) narra un capítulo oculto de la historia argentina: el bombardeo del 16 de septiembre de 1955 en la ciudad de Ensenada, durante el inicio de la llamada Revolución Libertadora. Ese día, distintas sublevaciones de la Marina y del Ejército se desplegaron en Curuzú Cuatiá, Córdoba, Puerto Belgrano y Ensenada. Allí, la Base Naval de Isla Santiago fue tomada por el contraalmirante Isaac Rojas con el objetivo de cruzar el río y avanzar hacia La Plata para asaltar la Gobernación bonaerense.
La resistencia de civiles y fuerzas leales al presidente constitucional logró frenar ese avance. Pero la tarde quedó marcada por los aviones que sobrevolaron el barrio Campamento y lanzaron bombas que destruyeron una veintena de casas. Nunca se esclareció si esas aeronaves pertenecían a los sublevados o a las fuerzas leales. Entre las víctimas fatales estuvo Rodolfo “Cholo” Ortiz, ferroviario y militante sindical que murió al derrumbarse el techo de su vivienda. Su hijo, Rodolfo, investigó durante décadas quiénes habían lanzado esas bombas, hasta cruzarse con Hugo Crexell, hijo de un aviador naval que actuó por pedido expreso de Perón para defender su gobierno y que pudo haber participado en la operación.
De ese cruce nace el núcleo de la película: dos hijos, uno de un civil bombardeado y otro de un militar implicado, reconstruyen una historia fragmentada por silencios oficiales. Crexell narra en primera persona, hila testimonios de sobrevivientes y recorre los lugares donde se libraron los combates. El resultado es una narrativa que entrelaza lo íntimo con lo histórico y lo personal con lo colectivo, mostrando cómo la llamada Revolución Libertadora —rebautizada por muchos como Revolución Fusiladora— ocultó víctimas civiles, barrios devastados y una violencia que desmentía el supuesto “golpe incruento”, un eufemismo creado para borrar el costo humano del derrocamiento de Perón.
Crexell entrega una obra que trasciende lo íntimo y se proyecta como documento social. Ensenada’55 no solo devuelve nombres y rostros a las víctimas del bombardeo, sino que también interpela a la manera en que la historia oficial decidió acallar ese episodio. En ese gesto, el film se enlaza con la tradición del cine argentino que asume al documental como herramienta de memoria y, al mismo tiempo, como un acto político frente al olvido.