
miércoles 17 de septiembre de 2025
En marzo de 2014, una joven tucumana ingresó al Hospital Avellaneda con fuertes dolores abdominales. No sabía que estaba embarazada. Sufrió un aborto espontáneo en un baño y, mientras permanecía inconsciente, fue denunciada por el personal médico. La denuncia derivó en su detención, más de dos años de prisión preventiva y una condena a ocho años bajo la figura de “aborto seguido de presunto homicidio”. En 2017, gracias a la intervención de la abogada Soledad Deza, el fallo se revisó y fue absuelta.
Belén (2025), dirigida por Dolores Fonzi, adapta el libro Somos Belén de Ana Correa y traslada este caso al terreno de la ficción. A través del thriller judicial, la película muestra cómo un sistema conservador disciplinó el cuerpo de una mujer y cómo la militancia feminista logró revertir esa condena.
La actriz Camila Plaate interpreta a Belén —nombre ficticio que resguarda la identidad real de la protagonista— con una contención que convierte cada silencio en gesto político. Miradas, labios apretados y respiración contenida transmiten vulnerabilidad y resistencia. Dolores Fonzi encarna a Soledad Deza, la abogada católica y feminista que retoma la defensa, mientras Laura Paredes interpreta a su socia. Junto a un equipo interdisciplinario, enfrentan las estructuras conservadoras del poder judicial tucumano.
El guion, escrito por Fonzi y Paredes, utiliza la dinámica del thriller judicial para convertir audiencias, interrogatorios y pruebas en escenarios de confrontación ideológica. La película reconoce el entramado colectivo que acompañó el caso, pero elige narrarlo desde el camino del héroe encarnado en Deza, concentrando en su figura el liderazgo del relato y mostrando en ella la tensión entre un sistema patriarcal y la posibilidad de torcerlo.
Desde lo formal, Belén articula una tensión constante entre lo íntimo y lo institucional. Los pasillos del hospital, la cárcel, las oficinas de la defensa, la sala del tribunal, incluso la calle, se presentan con un cuidado que subraya sus contrastes: lo burocrático frente a lo doméstico. Los primeros planos refuerzan la centralidad del cuerpo como campo de disputa política, mientras que el montaje alternado entre lo privado —las escenas de la vida familiar— y lo público subraya que no existe una frontera tajante entre ambos ámbitos: la vida cotidiana es también política, y el cuerpo femenino, incluso en silencio, se vuelve un texto que el poder pretende leer y disciplinar.
Fonzi, con una película profundamente política, muestra que los derechos conquistados no son irreversibles y que, en contextos de avance conservador, pueden retroceder. Su potencia radica en señalar que cada retroceso no es un hecho aislado, sino parte de una disputa constante por la libertad. Como ocurrió con Argentina, 1985 (2022), Belén se afirma como una herramienta de memoria y advertencia frente al riesgo de perder lo conquistado.