
La décima edición del Festival Internacional de Cine para Adolescentes Cine a la Vista! en San Martín de los Andes llegó a su fin este sábado, y el jurado más singular del país -integrado exclusivamente por jóvenes de 13 a 18 años- decidió consagrar como triunfadoras a Las corredoras, de Néstor Montalbano, y a Crónicas de una santa errante, de Tomás Gómez Bustillo en la categorías +13 y +16 respectivamente.
En tanto que El nuevo novio de Lucía de Matías de Leis Correia y Buenas noches de Matías Szulanski alcanzaron un segundo premio en las respectivas categorías.
En la sección cortometrajes el ganador fue una obra de San Martín de los Andes, Evanescente realizado por Olivia Verduga, Juana Vignaroli, Josefina Sanchez, Valentina Baldini, Morena Cesar, Luna Campbell, Mia Pestchanker, Ambar Rucci, Imanol Pina, Joaquin Carrera, Felipe Berretta, Zetu Vigna, María José Rebollo, Anita Rolando y Luca Saglietti.
Por su parte, El duelo de la nada, realizado por el Grupo de adolescentes de la Casita de Nehuen y el Grupo de adolescentes de La Viruta de Viedma, Río Negro, obtuvo el segundo premio.
En Cine a la Vista! no hay críticos veteranos ni escribas con olor a archivo. Los que ven, debaten y votan son chicos y chicas que todavía no saben si van a estudiar cine, pero ya ejercen un oficio inédito: el de espectador consciente.
Tampoco hay consensos forzados ni pactos de pasillo: voto libre y adolescente. En esa práctica, como dijo una de las chicas en la entrega de premios: “aprendemos a votar”.
Ese detalle, en un país donde la democracia es materia de disputa diaria, no es anecdótico: es la prueba de que el cine puede ser una escuela de ciudadanía.
La décima edición trajo a San Martín de los Andes una competencia con ocho películas argentinas y ocho internacionales, además de muestras paralelas, homenajes y talleres. Entre las internacionales se destacaron La invención de las especies (Ecuador), Dìdi (Estados Unidos), Jahia’s Summer (Bélgica-Francia), 78 Days (Serbia) y That Summer in Paris (Francia), varias en estreno argentino.
En el lote nacional estuvieron, además de las ganadoras, se destacaron Buscando al Hombre Paloma de Laureano Nazar, Adulto de Mariano González, Berta y Pablo de Matías Szulanski, Miranda, de viernes a lunes de María Victoria Menis, Buenas Noches también de Szulanski, y El nuevo novio de Lucía de Matías de Leis Correa.
Los directores de la mayoría de estas películas viajaron a la Patagonia y participaron en la mesa redonda del miércoles. “Cuando empezaron los festivales venían los directores; después, en un momento, dejaron de venir por falta de recursos. Este año nuevamente estuvieron presentes”, recordaba emocionada Nora Di Doménica, gestora cultural y una de las directoras del festival.
El viernes fue una noche de tributos. Directores Argentinos Cinematográficos (DAC) inauguró en el Espacio Trama el mural Homenaje al Cine Nacional, una obra del artista Andy Riva, que condensa escenas de más de 100 obras del cine argentino. Una especie de retablo laico que celebra lo que algunos funcionarios preferirían arrinconar en depósitos.
La jornada culminó con la proyección remasterizada de Esperando la carroza, donde los adolescentes rieron de las mismas desgracias domésticas que hicieron historia en los 80. No hubo nostalgia: hubo apropiación generacional.
Más allá de la pantalla, la décima edición consolidó la pata pedagógica del festival. Hubo talleres de guión documental e inteligencia artificial dictados por Laureano Nazar, y otro sobre género y cine a cargo de Beatriz Arginof.
El V Foro de Jóvenes, Educación y Audiovisual, con la presencia del investigador Ariel Benasayag, reunió a docentes y estudiantes en torno a una pregunta urgente: cómo formar espectadores y creadores críticos en un paisaje mediático cada vez más fragmentado.
Nora Di Doménica no ocultaba el orgullo: “Llegar a diez ediciones fue muy importante porque en el camino hubo muchos devenires sociales, una pandemia, problemas económicos… pero estos diez años fueron de crecimiento. Muchos jóvenes crecieron junto al festival, y su madurez se reflejó en los debates”.
La otra directora y programadora, Clara Suárez, subrayaba el criterio de selección: “Buscamos que las temáticas los conecten con su etapa vital aunque los protagonistas no sean adolescentes. Priorizamos propuestas estéticas con nuevas narrativas y otros protagonistas”.
En esas frases se resume una década: el festival no infantiliza, no subestima. Les exige a los jóvenes lo mismo que cualquier otro espectador merece: cine desafiante, diverso, con preguntas.
El festival atravesó crisis económicas interminables, gobiernos con distinta sensibilidad -e insensibilidad- la pandemia, que obligó a organizar “burbujas de colores” para que los adolescentes pudieran seguir viendo cine.
Este 2025, el festival volvió a contar con la ayuda de la provincia de Neuquén, el municipio y, en un giro inesperado, con el INCAA que reapareció no con dinero, sino con “víveres”: pasajes. “Para nosotros fue una tremenda ayuda”, admitió Di Doménica.
Es una paradoja: mientras las políticas oficiales parecen apostar al desguace del cine argentino, en San Martín de los Andes se levantaba una tribuna adolescente que decía lo contrario: el cine argentino está vivo y tiene público que lo ama, lo cuida y va a luchar por él.
El cierre del festival no fue una alfombra roja sino una torta y soplar las velitas por estos 10 años. Las palabras finales de Di Doménica quedaron flotando en el aire: “Militamos el cine, la juventud, el encuentro, la palabra, el respeto y la alegría. Y estamos convencidos de que todo esto es un camino que no tiene límite”.
En tiempos donde se insiste en medir la cultura sólo en términos de mercado, el festival recordó que el cine también puede ser aprendizaje, comunidad y militancia. Y que los adolescentes, más allá de Netflix y TikTok, pueden convertirse en el jurado más lúcido de todos.
Diez años después, Cine a la Vista! no solo festejó una década: certificó que el futuro del cine argentino ya está entrenando la mirada, con butaca reservada y voto en mano.
Diez años después de aquella primera edición, este festival sigue demostrando que el cine argentino no solo sobrevive a políticas mezquinas y presupuestos raquíticos, sino que se multiplica en la mirada de quienes son su futuro.