
domingo 14 de septiembre de 2025
Septiembre llega con estanterías que parecen contar una misma historia desde distintas orillas. En ellas, la palabra poética de Dylan Thomas se vuelve cuerpo en Cuentos y poemas selectos (Edhasa), traducidos y prologados por Pablo Gianera. Allí resuena la voz de un autor que vivió como escribió: intensamente, con versos que nacieron en su Swansea natal y que lo acompañaron hasta su muerte en Nueva York. Leerlo hoy es reencontrarse con una literatura que respira entre la oralidad y el mito.
Muy lejos de Gales, pero con la misma intensidad, William Kent Krueger sitúa en Río llévame a casa (Vidis) a un grupo de huérfanos que huyen en canoa por el Mississippi durante la Gran Depresión. La travesía recuerda a los clásicos de Mark Twain, pero también dialoga con las preguntas contemporáneas sobre libertad, comunidad y pertenencia.
La tensión cambia de tono en Animales mortíferos (Motus), de Marie Tierney. Allí, la fascinación de una adolescente por la descomposición de los cuerpos se cruza con una investigación policial. Entre carreteras, animales atropellados y desapariciones juveniles, la novela explora los bordes de la adolescencia y la violencia.
Si de huellas se trata, Natalio R. Botana las rastrea en Domingo Faustino Sarmiento. Una aventura republicana (Edhasa). El ensayo ilumina la figura del presidente, escritor y educador argentino como clave para leer no solo el siglo XIX sino también el presente. Más allá de la célebre oposición entre civilización y barbarie, aparece un Sarmiento que moldeó país desde la cultura, la educación y la política.
El recorrido continúa con Chicas brillantes (RBA), de Jessica Knoll, que toma los crímenes de Ted Bundy como punto de partida para un thriller sobre sobrevivientes y búsqueda de justicia. Aquí, la narrativa policial se enlaza con las memorias de género y poder, interpelando a lectoras y lectores sobre la persistencia de la violencia.
La literatura argentina también deja su huella. Daniel Guebel en Paranoia (Interzona) juega con conspiraciones y secretos que desdibujan la frontera entre lo real y lo imaginario. Elsa Drucaroff, en La familia de las cosas (Interzona), convierte a los objetos en protagonistas de historias donde deseo, vínculos y memoria se condensan en lo cotidiano. Y desde Córdoba, Amor seco (Factotum) de Moulia narra una separación atravesada por naturaleza y silencio, donde la geografía se vuelve espejo del desgarro.
Todos estos libros, distintos en formas y tonos, terminan trazando un mapa de época. Entre la poesía que se vuelve mito, los ríos que narran exilios, los adolescentes que miran la muerte de frente, los ensayos que revisan la historia y las novelas que reinventan el presente, septiembre se escribe como un mes de lectura y memoria compartida.