
viernes 12 de septiembre de 2025
Desde el primer instante, Together: Juntos hasta la muerte (Together, 2025) impone su propio código: no es un terror que se limita a sustos, sino uno que se siente en la piel, en la mirada y en la cabeza. La trama comienza luego de una mudanza, cuando una pareja descubre una extraña cueva protegida por un culto de fanáticos que esconde un secreto tan intrigante como horrible.
Desde su arranque con la brutal escena de los perros, la película deja en claro que no habrá concesiones. Lo curioso es que la violencia inicial no es gratuita: funciona como declaración estética y narrativa, porque a partir de ahí se construye una historia que siempre encuentra la manera de incomodar, ya sea desde lo explícito del gore o desde lo íntimo de una mirada entre los protagonistas.
Alison Brie (Freelance, 2023) y Dave Franco (Nada es lo que parece, 2013) son el motor absoluto de la película. Su química es tan fuerte que a veces parece que ni siquiera están actuando. Se conocen, se manipulan, se desean y se hieren con la misma intensidad, y todo eso se transmite en cada escena. Probablemente tenga algo que ver con que están casados hace unos años. La película entiende que el terror no nace de lo ruidoso o de lo sorpresivo, sino de lo íntimo.
En ese sentido, el filme se inscribe dentro del terror corporal, el famoso body horror, pero lo hace con una personalidad propia. No se trata solo de ver cuerpos que se desgarran o se transforman; se trata de cómo esos cuerpos son también vehículos de deseo, de culpa, de amor y de violencia. La carne se vuelve un lugar de guerra y a la vez objeto de atracción, y esa contradicción es lo que vuelve tan inquietante cada secuencia. Lo que podría ser mero impacto visual se transforma en algo más profundo: una reflexión sobre el vínculo entre lo humano y lo monstruoso, entre lo íntimo y lo grotesco.
El uso del color refuerza cada instancia: los tonos fríos dominan las escenas de vacío emocional y los cálidos aparecen en los estallidos de violencia, como si la sangre misma iluminara el relato. El sonido de Cornel Wilczek también merece mención especial: crujidos orgánicos, respiraciones amplificadas, ruidos metálicos que taladran la cabeza y convierten la experiencia en algo invasivo, físico, imposible de ignorar.
Cada secuencia gore está filmada con una delicadeza que sorprende. No hay regodeo en la sangre por la sangre, sino una especie de cuidado estético que convierte lo horripilante en coreografía. El detalle de las texturas, la manera en que la cámara se acerca y se aleja, el modo en que la luz destaca lo más repulsivo como si fuera un cuadro: todo está pensado para que la repulsión se vuelva también fascinación.
Pero si algo la hace especial es que grita “culto” en cada fotograma. Hay una libertad narrativa que se siente arriesgada, una apuesta a lo extraño y lo incómodo que recuerda a esos títulos que, con los años, se vuelven referencias inevitables. No hay intención de agradar ni de ser masiva: hay un compromiso absoluto con incomodar, con experimentar, con demostrar que el terror todavía puede sorprender a quienes creen haberlo visto todo.
Together: Juntos hasta la muerte confirma que el género sigue vivo, que todavía puede incomodar, perturbar y fascinar sin necesidad de fórmulas gastadas. Si el año pasado La sustancia (The Substance, 2024) parecía coronarse como la obra más audaz del terror reciente, Together: Juntos hasta la muerte llega para honrar esa herencia y para elevar la apuesta.