
viernes 12 de septiembre de 2025
Querer (2025) comienza con una mujer de clase alta (Nagore Aranburu) que, tras treinta años de silencio, denuncia a su esposo (Pedro Casablanc) por violencia sexual. Esa decisión rompe la aparente armonía de una familia acomodada y obliga a todos sus integrantes a enfrentarse con una verdad incómoda. Dos hijos adultos deben tomar partido, un padre ejerce su poder como dueño del hogar y una madre decide romper con décadas de sometimiento. Lo que en principio parece un drama íntimo se transforma en un proceso judicial que expone con crudeza las falencias de un sistema que pocas veces protege a las víctimas.
Alauda Ruiz de Azúa construye el relato en dos planos que se entrelazan de manera orgánica. Por un lado está la intimidad de una familia que se resquebraja y por otro el juicio que arrastra a todos a una confrontación inevitable. Los hijos, interpretados por Miguel Bernardeau e Iván Pellicer, encarnan ese desconcierto porque apoyar a la madre o al padre no implica solo un dilema afectivo sino también una definición ideológica.
El guion evidencia cómo la desigualdad de género y de clase se convierte en terreno fértil para el abuso. El padre encarna un modelo de masculinidad sostenido en el privilegio económico y en el silencio cómplice del entorno, mientras la denuncia de la madre abre la puerta a un conflicto que trasciende lo privado y se instala en lo social.
La trama conecta de inmediato con el caso de Julieta Prandi, quien hizo públicas sus denuncias y disputas judiciales con su expareja. Esa resonancia convierte a la serie en parte de un debate mayor. Mientras sectores libertarios descalifican ficciones de este tipo como parte de la “agenda woke”, la propia historia demuestra que lo que llaman ideología es en realidad la exposición de una estructura que durante décadas invisibilizó a las víctimas.
En ese sentido Querer subraya que callar también es un acto político. Cuando la madre rompe el pacto tácito de sumisión arrastra consigo a toda la familia, obliga a los hijos a escuchar una verdad que desconocían y los enfrenta a la pregunta central de qué lado de la verdad se sitúa cada generación.
La serie convierte ese dilema en motor narrativo y en un espejo incómodo para la audiencia, donde se pone en juego no solo la intimidad de una familia sino también una disputa cultural que enfrenta a feminismos, conservadores y libertarios en un escenario donde la violencia atraviesa fronteras, clases y generaciones. En Querer lo íntimo se vuelve político y lo político se refleja en cada gesto de una familia que ya no puede sostener la mentira.