
viernes 12 de septiembre de 2025
El sello EDGLRD, creado por Harmony Korine como un espacio de innovación entre cine, videoarte y videojuegos, encuentra en Barrio Triste (2025) su propuesta más narrativa hasta el momento. O, al menos, la que más se aproxima a un relato reconocible. El film está dirigido por Stillz, conocido por su trabajo junto a Bad Bunny, y recurre al formato de found footage para adentrarse en el Medellín de los años 80, donde el retrato de la juventud se construye entre desesperanza y violencia urbana.
La película comienza con un gesto que sintetiza su esencia: un grupo de adolescentes roba la cámara a un equipo de televisión que investigaba luces extrañas en el cielo. Desde ese instante, el espectador queda arrastrado a un recorrido frenético por calles atravesadas por la pobreza y el delito. La cámara, convertida en un personaje más, acompaña atracos, errancias nocturnas y encuentros con perros abandonados y murales que parecen presagiar un destino oscuro.
Uno de los mayores logros de Stillz, también responsable de la fotografía, está en la creación de una atmósfera sensorial y opresiva. La música de Arca funciona como un pulso eléctrico que oscila entre calma y caos, llevando al espectador hacia un estado de trance. La estética lo-fi, con su grano pixelado, se convierte en la piel del relato y refuerza la crudeza de una juventud atrapada en un mundo sin reglas.
No obstante, esa misma apuesta formal es su mayor límite. Barrio Triste se acerca por momentos más a una instalación de videoarte que a una narración sostenida. La sugerencia de una trama que conecta crimen con posibles abducciones alienígenas, ecos de las leyendas populares de la época, se diluye en una sucesión de escenas fragmentadas. La falta de contexto narrativo termina distanciando al espectador de los personajes.
Existen, sin embargo, destellos de humanidad. En las escenas de interrogatorio, cuando Piojo, uno de los jóvenes, rompe en llanto al confesar que quiere reencontrarse con su hija, surge un vínculo emocional inesperado. Estos momentos revelan lo que pudo haber sido una película más centrada en sus protagonistas.
En definitiva, Barrio Triste se presenta como un ejercicio radical de estilo que confirma a EDGLRD como uno de los espacios más inquietos de la innovación audiovisual. Sin embargo, la insistencia en la experimentación deja la sensación de un esbozo, de una idea poderosa que nunca se desarrolla plenamente. Más que comprenderla, el film invita a sentirla: una experiencia inmersiva, hipnótica y claustrofóbica, tan cerrada como el barrio que retrata.