
El cuadro robado (Le tableau volé, 2024) inicia con un prólogo en la casa de una mujer de clase alta, pedante y racista que desea vender un cuadro para lo cual acude a André Masson (Alex Lutz), un experto en arte moderno, quien se encuentra acompañado de su nueva asistente Aurore (Louise Chevillotte). Este prólogo no posee prácticamente enlace narrativo con lo que vendrá después, sirve más bien para mostrarnos la experiencia de André en el comercio de obras de arte, él es un prestigioso subastador de la casa Scottie’s (que puede referir a la verdadera Christie’s) y mostrar el vínculo tenso que tendrá con su astuta pasante.
A continuación, la acción se centra en la aparición repentina de una obra que se encontraba desaparecida desde 1939. En consecuencia, André debe analizar junto a su colega Bertina (Léa Drucker), si la pintura encontrada por un joven obrero en Mulhouse (Francia) es o no de la autoría del artista Egon Schiele (1890-1918). Al parecer se trata del cuadro Sonnenblumen (Los girasoles marchitos, Otoño Verano II), pintado en 1914 por Schiele, quien fue discípulo de Vincent Van Gogh y deseo reinterpretar su obra Los girasoles (1888), plasmando en este caso el advenimiento del horror de la Primera Guerra Mundial.
Tras la prematura muerte del artista, la pintura formó parte del patrimonio de su amigo y mecenas Karl Grünwald (Wahlberg en el filme), un coleccionista vienés, quien debido a su origen judío era perseguido como tantos otros por los nazis, y cuya alternativa para salvarse era vender su colección de obras de arte para poder pagar los visados con el fin de salvar a su familia. Grünwald, escapó de los nazis, pero lamentablemente su mujer y una de sus hijas fueron asesinadas en Auschwitz. Hasta su muerte en 1964, Grünwald luchó en vano por recuperar su legado artístico. Esto no es mostrado en el filme que transcurre en la actualidad, sino que es referido en los diálogos.
El relato cinematográfico se inspira en los hechos reales alrededor de la historia del célebre óleo, el cual antes de su reaparición en el 2005, se creía destruido tras ser confiscado por los nazis en Estrasburgo. Tal como explica André en la película, este tipo de obras pertenecientes al arte moderno, eran clasificadas por los nazis como “arte degenerado”, este tipo de estética no era de su interés. Bonitzer, quien además de haber sido crítico de cine en “Cahiers du cinéma”, es autor de Desencuadres. Cine y Pintura, y El campo ciego. Ensayos sobre el realismo en el cine, dijo respecto a la pintura de Schiele: “Me sorprendió cuando vi el cuadro, porque de Egon Schiele se esperan desnudos, estas figuras humanas torturadas en este estilo provocativo que roza la obscenidad y, sin embargo, es un paisaje bastante grande, un campo de girasoles, ciertamente al estilo de Schiele. Me gusta este cuadro porque puedes proyectar en él lo que quieras”.
En consecuencia, El cuadro robado mediante la representación del detrás de escena de una celebre casa de subastas de arte y creando sus propios personajes, reflexiona a través de pares de opuestos sobre las clases sociales, los vínculos afectivos, la hipocresía, las apariencias, las luchas de poder, pero también sobre la justicia y que no todos los valores humanos se han perdido. Sobre todo, el personaje del joven y humilde trabajador (Arcadi Radeff), es quien conserva la moral y entereza durante todo el relato. Por otro lado, el complejo personaje de Aurore, al igual que el cuadro encontrado, parece mentirosa o falsa, pero resulta más genuina de lo que aparenta inicialmente.
Las películas del realizador se caracterizan por relatos que incorporan el análisis social, una sutil ironía y las tensiones morales. En palabras del director: “Quería escribir una especie de cuento moral al estilo de Dickens, pero con un tono más moderno. La historia de esta pintura perdida y redescubierta me permitió explorar las complejidades humanas y éticas que surgen cuando el arte se cruza con la historia, la memoria y el dinero. No se trata solo de una obra de arte, sino de lo que representa: una historia de despojo, de pérdida y de redención”. Uno de los personajes pregunta si toda la historia que ronda alrededor del cuadro ¿es de Dickens o Zola?
El mundo está plagado de historias aún sin contar, que aún se encuentran atravesadas por las consecuencias de la ideología nazi y por eso se valora que Bonitzer lleve a la pantalla grande una de ellas. Al respecto recordemos también los largometrajes La dama de oro (Woman in Gold, 2015) y Los hombres monumento (The Monuments Men, 2014) o basta con remitirse al reciente caso acontecido en Mar del Plata donde fue encontrada la pintura Retrato de dama de Giuseppe Ghislandi, robado por Friedrich Kadgien -un especialista en finanzas que colaboró con el gobierno alemán liderado por Adolf Hitler- que originalmente pertenecía al marchante de arte holandés Jacques Goudstikker. En conclusión, El cuadro robado construye un relato que avanza con múltiples capas narrativas, sin recurrir a personajes unidimensionales, y culmina en un desenlace que celebra la vigencia de ciertos ideales colectivos, aquellos que todavía convocan a ser defendidos y reconocidos.