
Una mujer sumida en un profundo duelo recibe en casa a su hijo, quien regresa luego de años de prisión. El reencuentro será para ambos la oportunidad de resolver el secreto que los separa desde el momento del crimen. Esta es la premisa de La llegada del hijo (2025), la nueva película coescrita y codirigida por Cecilia Atán y Valeria Pivato. En el marco del debut del film en la pantalla grande, las realizadoras audiovisuales dialogaron en exclusiva con EscribiendoCine.
Después de llevar a cabo su film “La novia del desierto”, ¿con qué seguridades y con qué incertidumbres arribaron a “La llegada del hijo”?
Cecilia Atán: Tratamos de volver un poco a foja cero, en relación al proceso, a las expectativas, y a un montón de saberes y experiencia, que fue muy gratificante. La novia del desierto la estrenamos en el Festival de Cannes, fue una peli que viajó por todo el mundo, mucha gente la vio y nos devolvieron cosas muy hermosas. Después, quedó un poco la vara alta, claro, e hicimos un ejercicio de volver a una página en blanco, a ver qué cosas nos desafiaban como dupla creativa, como escritoras y comunicadoras, dentro del arte que hacemos.
Valeria Pivato: Siempre hay incertidumbres, porque uno se manda a bucear en mares que pueden ser profundos. Nos motivaba mucho pensar en esta dualidad, muy actual, de la mujer y la madre, cómo se vive el deseo femenino versus todos los mandatos maternos. Si nos vamos a lo histórico, se han planteado dos modelos, la Venus, que era todo erótico y sexual, o la Virgen María, que era todo por amor. Nos encantó el recorrido que fuimos haciendo para encontrar ese límite un poco más rugoso, donde no había cuestiones tan extremas de blanco y negro.
¿Qué descubrieron, la una de la otra, al encarar este nuevo proyecto?
V.P: Bueno, trabajamos casi 20 años juntas, y la experiencia de La novia del desierto fue muy fundante para nosotras, como dupla creativa. También hubo una circunstancia especial durante el desarrollo de la peli, que tiene que ver con que Ceci fue mamá. Entonces, tal vez, ahí hay algo.
C.A: ¡Iba a decir eso! Las películas tardan muchos años, en el medio del proceso quedé embarazada, y más allá de lo que le puede haber traído a mi experiencia personal en relación a la película, trajo circunstancias muy concretas para la realización. Eso también transformó y profundizó mucho nuestra relación, por lo menos, desde mi punto de vista, un amor que no sabía. Sé de nuestra amistad, sé de nuestra riqueza en el intercambio, pero también un amor, un poco como te pasa con la maternidad, que te trae cosas que podés imaginar o proyectar, pero que nunca realmente sabés.
La película aborda distintos dilemas que enfrenta la protagonista. Trasladando este concepto a sus caminos artísticos y profesionales, ¿algún dilema? Ya sea que lo hayan resuelto, o no…
V.P: El dilema es cómo hacemos una tercera película juntas, básicamente, en este contexto. Creo que, también, la creatividad tiene una flexibilidad. Es un dilema hoy en día, en Argentina, pensar cómo se hace una película, y poder hacerla de la manera en la que venimos haciéndola, con un estándar técnico, con un equipo colaborativo, con un elenco interesante. Y que no se resuelve todo con las coproducciones. A veces se escucha que el futuro del cine argentino está en la coproducción, pero cuando en el país no hay un apoyo a lo cultural, y no hay una intención de defender todo lo que se construyó en los últimos años en el mundo del cine, es muy difícil pensar cómo seguir.
C.A: Sí, sobre todo porque está esta idea tan actual de acallar las voces. La voz autoral, en general, viene de la mano de poder hacer un cine independiente. Ahora, está todo tan polarizado, los autores tienen que empezar a hacer cesiones de aquello que quieren contar para que eso esté aquí o allá, y tenga cierto estándar. Entonces, el gran dilema es cómo hacer lo que nos apasiona.