
miércoles 10 de septiembre de 2025
En Dreams (2025), Michel Franco construye una narrativa que se sitúa entre el análisis de clase y la fábula política. La película explora los límites —geográficos y sociales— que atraviesan sus personajes. Jessica Chastain interpreta a Jennifer, heredera estadounidense rodeada de galerías de arte, fundaciones filantrópicas y privilegios heredados. En contraste, Isaac Hernández, primer bailarín del American Ballet Theatre, debuta como actor en el rol de Fernando, un migrante mexicano cuyo talento y ambición chocan con los muros invisibles del prejuicio y la desigualdad.
El inicio marca el tono: un tráiler repleto de migrantes hacinados, gritos sofocados y cuerpos sin espacio para respirar. De esa violencia Fernando logra escapar para reunirse con Jennifer en su lujoso departamento de San Francisco. Desde allí, el film expone la asimetría de una relación atravesada por la diferencia social. Ella, hija de un magnate filántropo que proclama empatía por los inmigrantes; él, indocumentado que busca afirmarse en un territorio que lo rechaza.
Franco opta por una narración elíptica, basada en planos largos y escenas que funcionan como instantáneas. La cámara se posa sobre los cuerpos con distancia clínica, incluso en las secuencias sexuales, coreografiadas casi como un ballet. En ellas se juegan tensiones de poder, más que intimidad. La química física de los protagonistas no siempre se traduce en vínculo emocional: un diálogo explícito, citado por la crítica como ejemplo, exhibe la artificialidad del lazo.
La familia de Jennifer aparece como emblema de la élite progresista: dona millones a causas humanitarias, pero se incomoda cuando el “otro” ingresa en su espacio privado. La incapacidad de Jennifer para hablar español, pese a sus viajes constantes a México, se erige en metáfora de esa distancia imposible de salvar.
Chastain encarna la contradicción de una mujer atrapada en su propio privilegio, incapaz de renunciar a su comodidad. Hernández aporta fuerza física y vulnerabilidad, aunque su personaje a veces queda reducido a símbolo del migrante talentoso que encarna una lucha colectiva.
El desenlace refuerza la crudeza del planteo: no hay redención ni alivio, solo un cierre inevitable que resuena en el contexto político actual, donde las tensiones migratorias y los discursos de odio atraviesan las agendas públicas.
Dreams se sostiene en la atmósfera opresiva, la solidez de sus intérpretes y la capacidad de Michel Franco para interrogar los vínculos de poder. Más que una historia de amor, es un espejo incómodo sobre cómo las diferencias de clase definen las formas de amar.