
lunes 08 de septiembre de 2025
En los últimos años, el cine de catástrofes encontró una veta fértil en la recreación de tragedias reales. The Lost Bus (2025), dirigida por Paul Greengrass, se inscribe en esa tendencia con un resultado irregular. La película reconstruye la hazaña de Kevin McKay, un chofer que durante el incendio de Paradise (California, 2018), con la ayuda de la maestra latina Mary Ludwig, logró poner a salvo a 22 niños atrapados por las llamas.
Greengrass, fiel a su estilo documental, captura el caos con cámara en mano e imágenes cercanas que transmiten la urgencia del desastre. El fuego aparece como un antagonista vivo, una amenaza constante que convierte al autobús en refugio y trinchera. Los efectos visuales potencian la sensación de encierro, especialmente en las secuencias en las que el vehículo avanza entre llamas y escombros. Allí la película encuentra su mayor potencia narrativa.
En el plano interpretativo, Matthew McConaughey aporta vulnerabilidad a McKay sin elevarlo al rango de héroe inalcanzable. América Ferrera, como Ludwig, equilibra con determinación y serenidad. La dinámica entre ambos concentra gran parte del corazón de la historia y sostiene las escenas más emotivas.
Sin embargo, The Lost Bus tropieza al intentar dar profundidad a su protagonista con un exceso de desgracias personales acumuladas en el inicio: un matrimonio roto, un hijo resentido, un padre fallecido y hasta la pérdida de su perro. Este recurso melodramático resta fluidez al relato, diluye la tensión y subestima la capacidad del espectador para conectar con la historia desde la propia catástrofe.
Otro problema surge en los contrastes entre el realismo del entorno y la apariencia de sus estrellas. A pesar de la intención de mostrar a McConaughey como un hombre golpeado por la vida, ciertos detalles de producción rompen la verosimilitud y debilitan la inmersión. A ello se suma un metraje de más de dos horas que incluye interludios en centros de mando de bomberos, segmentos que interrumpen el suspenso y desvían la atención de la odisea en el autobús.
Más allá de estas irregularidades, la película funciona como testimonio del coraje en situaciones extremas. Cuando Greengrass confía en la fuerza de la historia real y en el trabajo de sus actores, logra transmitir la intensidad de un grupo atrapado en medio del desastre, donde el vehículo se convierte en símbolo de resistencia y esperanza.