
El esperado drama The Smashing Machine, dirigido por Benny Safdie, llega como una de las apuestas más arriesgadas del año. La película revive la historia de Mark Kerr, una leyenda de la MMA que, mientras dominaba el octágono en los primeros años de la UFC, enfrentaba una batalla aún más dura fuera del ring: el trauma, la adicción y la presión mediática.
Con Dwayne Johnson en una de las interpretaciones más potentes de su carrera, el filme logra lo que parecía imposible: mostrar al carismático actor en un registro completamente distinto, lejos de su habitual imagen de héroe imbatible. Aquí, Johnson se transforma en un hombre vulnerable, atrapado entre la gloria de los combates y la desesperación de su vida personal.
Emily Blunt interpreta a Dawn, la pareja de Kerr, en un papel complejo que retrata tanto el amor como la tensión de una relación marcada por la autodestrucción. El guion evita glorificar la violencia y, en su lugar, apuesta por un enfoque realista y sombrío que recuerda al estilo de los hermanos Safdie en Uncut Gems.
Una mirada cruda a la gloria y la caída
Lo que distingue a The Smashing Machine es su apuesta por un realismo visceral. Benny Safdie construye una narrativa que alterna entre las peleas frenéticas en el octágono y los silencios cargados de dolor en la intimidad de Kerr. No se trata de la típica historia de superación deportiva al estilo de Rocky, sino de un retrato humano que expone la dureza de un deporte en sus años de formación y el precio emocional que cobran la fama y la exigencia física.
La puesta en escena, con fotografía granulada y escenarios desprovistos de glamour, intensifica esta sensación de crudeza. Safdie logra transmitir que detrás de cada golpe hay un hombre marcado por sus miedos y contradicciones. Las escenas de entrenamiento, las recaídas en las drogas y las tensiones en la pareja se muestran con la misma intensidad que las peleas, haciendo del filme un estudio psicológico más que un espectáculo deportivo.
Johnson entrega una actuación sorprendente, alejándose de su imagen de estrella de acción para mostrar vulnerabilidad, desesperación y ternura. Su trabajo recuerda al de Mickey Rourke en The Wrestler, pero con un sello propio: un guerrero que se derrumba tantas veces como se levanta.
En definitiva, The Smashing Machine no es una película de victorias fáciles ni de finales felices, sino un retrato descarnado sobre la fragilidad humana detrás de la fuerza física. Johnson y Blunt sostienen una narrativa que conmueve tanto como impacta, mientras Safdie confirma su talento para transformar lo cotidiano y doloroso en cine de alto voltaje.
Con un estreno respaldado por A24, y tras su paso por festivales de prestigio como Venecia y Telluride, la cinta se perfila como una de las favoritas de la temporada de premios. No por sus golpes en el ring, sino por el golpe emocional que deja en la audiencia.