
El cine puede hacer muchas cosas: soñar mundos imposibles, recrear historias olvidadas o transportarnos a otras épocas. Pero pocas veces consigue lo que La voz de Hind logra: poner al espectador frente a la realidad más cruda de nuestra contemporaneidad, obligándolo a escuchar los últimos gritos de una niña palestina atrapada en un coche acribillado, mientras los intentos desesperados de rescate se multiplican sin éxito. Kaouther ben Hania no se permite licencias dramáticas innecesarias; la película se sostiene sobre los audios reales de las llamadas entre Hind y los socorristas de la Media Luna Roja, dejando que sea la propia voz de la víctima la que arrastre la conciencia colectiva hacia un horror que de otro modo permanecería abstracto.
El 29 de enero de 2024, en una estación de servicio al norte de Gaza, el coche de la familia Hamada fue alcanzado por disparos. Solo la pequeña Hind respondió al teléfono de los socorristas. Su súplica constante —“Venid a recogerme”— se convierte en el eje de un relato que retrata tanto la vulnerabilidad de la infancia en zonas de conflicto como la burocracia y la lentitud que pueden frustrar cualquier intento de salvación. La cámara permanece en la sala de coordinación de emergencias; nunca se aventura a mostrar el derramamiento de sangre. El horror se escucha, se respira, y se refleja en los rostros de quienes intentan salvarla. Esa contención formal potencia el dramatismo y obliga al espectador a enfrentarse a la crudeza de los hechos sin distracciones estéticas.
#BiennaleCinema2025 #Venezia82 #KaoutherBenHania: “I believe cinema can give powerless or disempowered people a face and a voice, igniting this precious feeling that we call empathy. #TheVoiceOfHindRajab was particularly important to me because, when I heard #HindRajab’s voice, I… pic.twitter.com/iyxwKXoGxJ
— La Biennale di Venezia (@la_Biennale) September 3, 2025
La película no solo es un acto de memoria, sino también de denuncia política y ética. Con más de 62.000 víctimas infantiles desde octubre de 2023 y un sistema sanitario al borde del colapso, Gaza se enfrenta a lo que la comunidad internacional ha calificado de hambruna y catástrofe humanitaria. En este contexto, la obra de ben Hania actúa como un espejo incómodo: obliga a Occidente a escuchar, a no desviar la mirada y a reconocer que la denominación de “daños colaterales” convierte la muerte de miles de niños en una abstracción inhumana.
El impacto en el Festival de Venecia ha sido inmediato. El aplauso de la prensa, la emoción contenida de los actores y la intervención de Saja Kilani subrayaron que el filme trasciende la narrativa cinematográfica: se trata de un acto de justicia simbólica para Hind y para todos los niños de Gaza que han perdido la vida. La palabra “genocidio” resonó varias veces en la rueda de prensa, un término que el cine utiliza para denunciar lo que la política muchas veces calla. La producción cuenta con el respaldo de figuras de Hollywood, pero su valor reside en la autenticidad y el compromiso de quienes participaron en ella, algunos de ellos palestinos, cuya experiencia personal hizo que el rodaje fuera tan traumático como necesario.
Ben Hania, que ya había explorado la radicalización y la desintegración familiar en Las cuatro hijas, aquí cambia radicalmente de enfoque. No busca el artificio narrativo ni la belleza formal: persigue la verdad del acontecimiento, la urgencia de la voz de un niño y la deshumanización de un conflicto ignorado por muchos. La película convierte en urgencia lo que otros medios reducen a cifras. Y, en un gesto que combina arte y activismo, recuerda que cada número corresponde a una historia truncada, a un futuro robado, a una infancia arrebatada por la guerra.
Al final, La voz de Hind no solo conmueve: interpela, denuncia y obliga a una reflexión que trasciende las fronteras de Gaza y del Lido de Venecia. El festival se convierte así en un espacio donde el arte y la política se entrelazan, donde la empatía no es opcional y donde la voz de una niña asesinada logra, al fin, hablar por millones de víctimas que no tienen voz. @mundiario