
martes 02 de septiembre de 2025
La secta (A Sacrifice, 2025) es un thriller psicológico protagonizado por Eric Bana, quien interpreta a Ben, un renombrado psicólogo que investiga una serie de suicidios masivos aparentemente inexplicables, vinculados a una secta con ideologías extremas.
Ben Monroe (Eric Bana) es un psicólogo social, autor de un libro influyente y profesor universitario, cuya vida da un giro cuando su hija adolescente Mazzy (Sadie Sink), que viaja desde Estados Unidos a Berlín, donde él reside, termina involucrada en una comunidad fundamentalista que promueve creencias extremas sobre el medio ambiente y la purificación social. A partir de ese punto, la película se adentra en un terreno donde confluyen la investigación policial y el drama familiar, explorando la compleja relación padre-hija en medio de la crisis.
Dirigida y escrita por Jordan Scott, y basada en la novela Tokyo de Nicholas Hogg, La secta intenta tejer una trama que critica las teorías conspirativas que circulan sobre los movimientos ambientalistas radicales y su influencia en la juventud. Sin embargo, el discurso central resulta poco convincente: la líder (Sophie Rois) espiritual de la secta expone un mensaje que carece de profundidad y coherencia para justificar la magnitud de las tragedias retratadas. De igual modo, el argumento de que la soledad y la vulnerabilidad emocional son los principales factores que llevan a los personajes a ser “seducidos” por la comunidad, aunque posible, no se desarrolla con la fuerza necesaria para impactar al espectador.
Un aspecto confuso es la ambientación en Berlín, donde los personajes, incluidos los estadounidenses, se desenvuelven en un contexto multicultural y lingüísticamente diverso que no se explica ni se aprovecha narrativamente. La película parece usar esta ciudad europea como un símbolo de lo extraño y lo desconocido para la clase media americana -la novela transcurre en Tokyo-, una metáfora que queda poco desarrollada y que más bien genera una sensación de extranjería innecesaria que busca alimentar el miedo hacia lo “otro”.
Más allá de sus temas sociales, La secta funciona también como un thriller policial con algunos giros argumentales interesantes, aunque no del todo logrados. La película intenta equilibrar la investigación sobre el origen de los suicidios con el drama íntimo entre Ben y su hija, pero esta combinación suele sentirse desarticulada, lo que dificulta que el relato fluya con naturalidad. Lo más problemático es el tratamiento superficial y en ocasiones absurdo de las ideas ambientalistas, junto con una representación caricaturesca de la secta, que terminan por restar credibilidad y profundidad a una historia que, en conjunto, no logra convencer a nadie.