
martes 02 de septiembre de 2025
David Valero dirige Enemigos (2025) con un guion propio escrito junto a Alfonso Amador. El relato se centra en Chimo (Christian Checa) y Rubio (Hugo Welzel), dos adolescentes cuyas vidas han quedado atadas por el bullying y la enemistad. Durante años, uno ha ejercido de agresor y el otro de víctima. Pero la oportunidad de vengarse coloca a Chimo frente a un dilema que redefine su existencia: perpetuar la violencia o abrir una grieta hacia el perdón.
La película se despliega en un territorio reconocible: el barrio. Allí la violencia no es solo contexto, sino lenguaje. Los insultos, las humillaciones y los golpes se convierten en modos de relación, mientras la frontera entre víctima y verdugo se vuelve inestable. Valero apuesta por un retrato sin artificios, sostenido en planos que alternan tensión y silencio, y que sumergen al espectador en un entorno donde cada gesto parece estar condicionado por la hostilidad.
La banda sonora, atravesada por el rap, no funciona como adorno, sino como contrapunto poético. Las letras resuenan como un eco de lo que los personajes no pueden decir en voz alta, reforzando la dimensión íntima de un relato que desnuda la vulnerabilidad detrás de la violencia. De este modo, la película no se limita a narrar un ciclo de agresión, sino que propone un tránsito hacia la posibilidad de la redención.
La trama evita el discurso moralizante y obliga a mirar cómo las circunstancias sociales moldean las conductas y cómo el odio puede transformarse en un peso compartido. Lo significativo no es la venganza en sí misma, sino la forma en que la fragilidad humana se hace visible cuando la violencia deja de ser un camino inevitable.
Enemigos se instala como un drama que revela la brutalidad de los vínculos marcados por el odio, pero también la posibilidad de quebrarlos. Valero no redime a sus personajes ni los condena: los expone. En esa exposición está la fuerza del film, porque confronta al espectador con una certeza incómoda: en cada historia de violencia siempre late, aunque apenas visible, la posibilidad del perdón.