
domingo 31 de agosto de 2025
Guillermo del Toro estrena finalmente su versión de Frankenstein (2025), un proyecto perseguido durante décadas y convertido en manifiesto de sus obsesiones: los márgenes de lo humano, las criaturas como metáforas de la exclusión y el barroquismo visual como seña de identidad.
La película abre con un despliegue de imágenes góticas: laboratorios repletos de cadáveres, castillos en penumbra, mecanismos imposibles y la partitura de Alexandre Desplat como motor narrativo. Ese arranque confirma la ambición estética, pero también exhibe cierta frialdad. Como el propio monstruo, la puesta parece hecha de fragmentos que se mueven sin alma… hasta que la criatura despierta.
El corazón de la historia recae en la interpretación de Jacob Elordi, que ofrece una criatura desconcertada, vulnerable y brutal a la vez. Su presencia conmueve y desplaza a Victor del centro del relato. Frente a él, Oscar Isaac encarna un Frankenstein arrogante, obsesionado y rígido, un científico que no logra del todo justificar la crueldad de sus actos. El contraste es evidente: el monstruo encarna humanidad, mientras el creador exhibe monstruosidad.
La narración alterna voces: primero Victor, después la criatura. Ese cambio de perspectiva enriquece la trama y propone una lectura emancipadora, aunque los bloques no siempre se sostienen con la misma fuerza. Lo que sí queda claro es la idea de interdependencia entre creador y creación: un espejo deformado sobre paternidad, poder y soledad.
El entorno formal es impecable: decorados, vestuario y maquillaje refuerzan un barroquismo visual propio de Del Toro. Sin embargo, el guion tiende a la literalidad y reduce a algunos personajes secundarios, como Elizabeth (Mia Goth), a figuras apenas delineadas.
Este Frankenstein se erige como espectáculo gótico de gran envergadura, con momentos de ópera trágica y reflexiones morales sobre la arrogancia humana. Su mayor virtud está en el desplazamiento de la mirada hacia la criatura, que aporta humanidad allí donde la ciencia y la soberbia fallan.