
El mundo de la interpretación despide a una de sus leyendas. Eusebio Poncela, actor, pintor, productor y guionista, falleció este miércoles 27 de agosto en su domicilio de El Escorial a causa de un cáncer, según confirmó la Academia de Cine y la Unión de Actores y Actrices.
Tenía 79 años y deja tras de sí una de las trayectorias más singulares y respetadas del panorama artístico español, marcada tanto por el riesgo en la elección de sus papeles como por su compromiso con el teatro y el cine de autor.
Nacido en Madrid en 1945, creció en una familia obrera del barrio de Vallecas. Su infancia estuvo marcada por la posguerra y un carácter inquieto que le llevó a fugarse de casa en varias ocasiones y a ser expulsado de ocho colegios antes de cumplir los diez años. En su entorno familiar encontró la influencia de un padre socialista y de una hermana escultora dedicada a la enseñanza gratuita de personas con discapacidad intelectual, lo que reforzó su sensibilidad artística y social.
Desde muy joven mostró vocación por la interpretación. Se graduó en la Real Escuela Superior de Arte Dramático (RESAD) y debutó en los escenarios a mediados de los años sesenta con la obra Mariana Pineda, de Federico García Lorca. Posteriormente destacó en montajes como Romeo y Julieta junto a María José Goyanes y Marat-Sade, dirigida por Adolfo Marsillach, que lo consagraron en el panorama teatral.
Del teatro al cine de culto
A partir de 1970 alternó los escenarios con la televisión y el cine. Participó en programas emblemáticos como Estudio 1 y viajó a Londres, París y Nueva York en busca de nuevas experiencias artísticas. Su primera gran irrupción en el cine se produjo con Arrebato (1979), de Iván Zulueta. En esta obra de culto, en la que interpretó al director José Sirgado, Poncela exploró la adicción y la fascinación por la imagen cinematográfica. Aunque en su estreno pasó desapercibida, con el tiempo se convirtió en un título de referencia del cine español.
Su popularidad se consolidó en 1982 con la serie Los gozos y las sombras, adaptación televisiva de la novela de Gonzalo Torrente Ballester, donde compartió reparto con Charo López, Amparo Rivelles y Carlos Larrañaga. Durante los años ochenta participó en producciones fundamentales: Matador (1986) y La ley del deseo (1987), ambas dirigidas por Pedro Almodóvar, le situaron en el centro de la llamada Movida madrileña. En esta última interpretó a un director de cine cuya relación amorosa con el personaje de Antonio Banderas marcó uno de los hitos del cine español por su tratamiento explícito de la homosexualidad.
Colaboraciones con grandes directores
Poncela trabajó con algunos de los nombres más relevantes de la cinematografía española e internacional: Carlos Saura (El Dorado), Pilar Miró (Werther), Imanol Uribe (El rey pasmado) o Gillo Pontecorvo, con quien protagonizó Operación Ogro, filme centrado en el asesinato de Carrero Blanco. En los noventa, tras superar una larga adicción a la heroína durante una estancia en Argentina, fue elegido por Adolfo Aristarain para interpretar a Dante en Martín (Hache), papel que recibió elogios de la crítica.
En esa etapa también exploró otras facetas artísticas: expuso su obra pictórica y participó en el videoclip Matador de Los Fabulosos Cadillacs en 1993. Con el cambio de siglo, su trayectoria se mantuvo activa tanto en teatro como en cine y televisión. Destacó en títulos como Intacto (2001), junto a Max von Sydow, que le valió una nominación al Goya como mejor actor protagonista, y en series históricas como Isabel y Carlos, Rey Emperador, donde encarnó al cardenal Cisneros, papel que repitió en El Ministerio del Tiempo.
Un legado artístico y cultural
Poncela eligió siempre proyectos alejados del cine comercial, lo que le valió la reputación de intérprete “marginal, desobediente y descarado”. Su carrera, atravesada por éxitos, riesgos y también etapas de dificultad personal, refleja la evolución del cine y el teatro españoles desde la Transición hasta el siglo XXI. Admirado por su compromiso y por su capacidad para dotar de intensidad a personajes complejos, su desaparición supone la pérdida de un referente cultural que dejó huella en varias generaciones de espectadores y profesionales de la interpretación. @mundiario