
Nosferatu, el nuevo largometraje dirigido por Robert Eggers, trae de vuelta al icónico vampiro en una visión gótica, visceral y altamente estilizada. Esta reinterpretación moderna del clásico del cine mudo ha despertado tanto elogios como cuestionamientos, en especial por su enfoque visual y tono narrativo. Sin embargo, lo que ha captado la atención de la crítica especializada ha sido la actuación de Lily-Rose Depp, quien interpreta a Ellen, el alma trágica y obsesiva de esta historia sobrenatural.
Según reportes de medios como IndieWire y Variety, Depp logra un equilibrio entre fragilidad y fuerza interior, transformando a su personaje en algo más que una víctima. Su presencia en pantalla es inquietante y elegante, llevando al espectador a través de una espiral de deseo, horror y desesperación. Aunque su apellido la ha colocado desde siempre bajo los reflectores, en esta película demuestra que tiene el talento para sostener un papel protagónico sin depender de su linaje.
Un Nosferatu que divide al público
A pesar de sus méritos artísticos, Nosferatu no ha sido una experiencia satisfactoria para todos. Algunos espectadores han criticado su ritmo pausado, el exceso de simbolismo y la falta de una narrativa convencional. No obstante, esto no ha impedido que la película se establezca como una propuesta sólida dentro del cine de autor contemporáneo, especialmente para quienes disfrutan del terror atmosférico y visualmente cuidado.
La ambientación, con una paleta de colores sombría y el uso expresivo de las sombras, recuerda al expresionismo alemán, mientras que la figura del vampiro —interpretada por Bill Skarsgård— se aleja del romanticismo moderno y se acerca más al monstruo primitivo que habitó las pesadillas del cine temprano.
Eggers, conocido por sus obras anteriores como The Witch y The Lighthouse, mantiene su sello distintivo: un terror más psicológico que explícito, cargado de simbolismo, referencias literarias y una atención meticulosa a los detalles históricos. @mundiario