
Algo especial traía en los bolsillos de su saco el subsecretario de Estado de Estados Unidos, Christopher Landau, durante su reciente viaje a Colombia. El objetivo oficial de su presencia en el país era asistir, en representación del gobierno de Donald Trump, a las honras fúnebres de Miguel Uribe Turbay. Acompañar a la familia del senador asesinado en estos momentos de duelo.
Sin embargo, también había otro punto esencial en su agenda: Landau quería visitar, por primera vez, las tumbas de sus abuelos paternos, enterrados en Bogotá, en el Cementerio Hebreo del Sur. Y traía consigo, bien guardadas, unas pequeñas piedras que había recogido del patio de su casa con el fin de dejarlas sobre las lápidas de sus familiares como homenaje. Tan pronto acabaron las exequias de Uribe Turbay, el subsecretario salió rumbo al cementerio. Iba a buscar los dos nombres en las tumbas.
Dr. Jakob A. Landau, 1884-1958
Jeanette Landau, 1892-1974
Hasta hace muy poco no se sabía que sus restos reposaban en Colombia. Fue durante la asamblea general de la OEA realizada en Antigua y Barbuda, a finales de junio, cuando Landau le comentó a uno de los representantes colombianos que sus abuelos estaban enterrados en alguno de los cementerios judíos de Bogotá. No tenía datos concretos.
La información le llegó casi de inmediato a Marcos Peckel, director ejecutivo de la Confederación de Comunidades Judías en Colombia, y él se puso en la tarea de localizar las tumbas. Tardó muy pocas horas en ubicarlas. “Cuando alguien busca un familiar que pudo haber sido enterrado incluso noventa años atrás, inmediatamente se encuentra la tumba. Tenemos un listado muy completo”, dice Peckel. Así que les tomaron fotografías y se las enviaron al subsecretario de Estado.
Las tumbas de Jeanette Landau y Jakob A. Landau, en el Cementerio Hebreo del Sur, en Bogotá. Foto:De la cuenta @ChrisLandauUSa
“Todos tenemos una historia de origen”, había escrito Landau meses atrás en su cuenta personal de X. “La familia de mi padre era judía, aunque se convirtió al catolicismo. La Iglesia Católica lo ayudó a sacar a sus padres de Austria hacia Colombia, donde permanecieron hasta su muerte. Nunca he visitado sus tumbas. Pero espero hacerlo algún día”. Y el día llegó.
‘Una visa colombiana le salvó la vida’
Su padre se llamaba George Walter Landau. Cuando tenía 18 años, poco después de que Austria, su país, fuera anexada a la Alemania nazi —en un hecho conocido históricamente como Anschluss—, decidió huir hacia otras tierras. Atravesó amenazas y logró llegar a Países Bajos, donde se embarcó rumbo a un destino hasta ese momento desconocido: Colombia.
Durante el recorrido pudo enviarles una postal a sus padres, Jakob y Jeanette, que se habían quedado en Viena en medio de un ambiente que ya era de persecución y terror. Quería contarles que el camino iba bien. La comunicación está sellada el 13 de agosto de 1938 y hoy está en manos del subsecretario de Estado.
Hace algunos meses compartió una imagen de ella en la red social: “Esta postal es más valiosa para mí que todos los diamantes, rubíes y perlas del mundo”, escribió Christopher Landau, y agregó que el mundo que tenía su padre en su país natal se había desvanecido aquel año. “Y una visa colombiana le salvó la vida”.
La postal que George W. Landau les envió a sus padres, cuando venía rumbo a Colombia. Foto:De la cuenta @ChrisLandauUSA
George Landau entró al país por Puerto Colombia y muy pronto empezó a buscar la forma de traer a sus padres. Lo consiguió un año después: Jakob y Jeanette llegaron en 1939 y la familia pudo estar reunida. Su hijo, sin embargo, no permaneció mucho tiempo en este país. Después de haber entrado a trabajar en las oficinas de la Otis Elevator Company en Colombia, George fue trasladado a la sede principal de la empresa en Estados Unidos, en 1941.
En esas tierras, y tras lograr la ciudadanía norteamericana, fue reclutado en el Ejército y participó, al final de la Segunda Guerra Mundial, en actividades relacionadas con inteligencia militar. En 1947 se retiró con el rango de coronel. A partir de ese momento comenzó una carrera diplomática que alcanzó a ser muy destacada. “Dedicó su vida a representar su país en el extranjero — escribió el subsecretario, que con frecuencia comparte imágenes de su padre en sus redes—. Ha sido el mejor hombre que he conocido”.
Landau llegó a ser embajador de Estados Unidos en tres países de América Latina, Paraguay, Chile y Venezuela. Antes de ocupar esos cargos, vivió en Madrid, España, como parte del cuerpo diplomático estadounidense. Fue en ese país donde nació Christopher Landau, en 1963. Por cuenta del trabajo de su padre, el hoy alto funcionario de la administración Trump vivió en varios países suramericanos durante su niñez y su adolescencia. Cursó los primeros años de su vida escolar en un colegio de Paraguay. Luego, ya en Estados Unidos, obtuvo el título en Historia y un doctorado en Derecho de la Universidad de Harvard. Su vida continuó en ese país. Pero el tiempo que pasó en tierras latinoamericanas, y su nacimiento en España, crearon una conexión particular que él ha mantenido viva. De hecho habla con propiedad el español.
Christopher y su padre, George W. Landau, que llegó a Colombia en 1938. Foto:De la cuenta @ChrisLandauUSa
Las piedras para Jakob y Jeanette
Mientras George Landau consolidaba su vida en Estados Unidos y empezaba su trabajo como diplomático, sus padres permanecían en el país que los había recibido al escapar de la persecución nazi. Jakob A. Landau murió en 1958. Su esposa, Jeanette, en 1974.
“Mis abuelos vivieron felizmente en Colombia el resto de sus vidas”, escribió el subsecretario en X, como parte del mensaje en el que explicó por qué este país es especial para él y está tan vinculado a su historia familiar. Cuando Christopher Landau salió de la Catedral de Bogotá rumbo al Cementerio Hebreo, ubicado en la carrera 31 con calle 38 sur, iba precisamente en busca de sus raíces. De sus orígenes.
Este cementerio es hoy en día muy poco frecuentado. Fue construido en 1932 y alberga 892 tumbas, la mayoría —según Marcos Peckel— de judíos que llegaron al país procedentes de países como Polonia, Alemania, Rumania y, claro, de Austria, la tierra de los abuelos Landau.
Hace muchos años que este lugar —declarado monumento nacional en 1998 y cuyo cuidado está en manos del Centro Israelita de Bogotá y la Asociación Israelita Montefiore— no recibe un entierro nuevo. De hecho solo se abre en el momento en que alguien quiere visitar la tumba de su familiar, lo que es cada vez menos frecuente debido a las edades de las personas cuyos restos reposan allí. El miércoles pasado, sin embargo, sus puertas se abrieron.
Christopher Landau, en la misa de exequias de Miguel Uribe Turbay. Foto:Mauricio Moreno
La presencia de Christopher Landau en el cementerio estuvo muy bien organizada. Un día antes de su llegada al país, altos funcionarios de la embajada de Estados Unidos en Colombia se contactaron con miembros de la comunidad judía y les plantearon el interés del subsecretario en visitar las tumbas de sus abuelos. Querían saber cómo podrían hacerlo.
“Al día siguiente la visita estaba totalmente planeada”, cuenta Peckel. El subsecretario llegó con su avanzada de seguridad, que por supuesto ya había realizado un estudio minucioso del lugar y sus alrededores. Tan pronto entró al cementerio, Peckel —que se encargó de recibirlo allí— lo condujo hacia el lugar donde están las tumbas familiares. Una separada de la otra por algunos metros. Landau estuvo a solas, frente a ellas, durante pocos minutos.
Fue una visita muy íntima. Peckel caminó junto a Landau, mientras el personal de la embajada y su seguridad los seguían a unos cuantos pasos atrás. Más alejada, estaba la persona que cuida el cementerio. No se encontraba nadie más. También fue muy corta —la agenda del funcionario estadounidense estaba copada—, pero suficiente para tener varios momentos emotivos.
Landau, en compañía de Peckel, hizo la oración del Kadish, recitada en memoria de los difuntos y fundamental en el judaísmo. El subsecretario ha comentado que es católico, la misma religión que adoptó su padre, quien asistía sin falta a misa cada domingo. Su madre, María Anna Jobst, fue católica de nacimiento. Así que desde niño vivió esa religión. Incluso, desde su paso como embajador de Estados Unidos en México —cargo que ocupó entre 2019 y 2021—, Landau mantiene un gran afecto por la Virgen de Guadalupe. Pero nada iba a ser obstáculo para honrar la memoria de su familia con esa oración especial.
Su contacto con los abuelos paternos no alcanzó a ser muy cercano. A Jakob —que al parecer era doctor— no llegó a conocerlo. Murió cinco años antes de que Landau naciera. “Y solo vi a mi abuela (‘Omi’) un par de veces. Murió cuando yo tenía 10 años y nunca vivimos en el mismo país”, comentó, a propósito de su visita al cementerio. “Como no tengo familia aquí, me temo que nadie ha visitado las tumbas en años, pero están bien conservadas”, agregó el subsecretario.
Marcos Peckel intentó encontrar datos específicos sobre la pareja. “Pero no hemos conseguido a nadie que haya conocido aquí a la familia Landau —dice el director de la Confederación de Comunidades Judías en Colombia—. Son personas que fallecieron hace mucho tiempo y no dejaron descendencia en el país”.
Durante el tiempo que estuvo en el cementerio, que no llegó a ser más de quince o veinte minutos, Christopher Landau también se detuvo ante el monumento que hay en homenaje a las víctimas del Holocausto. Y, por supuesto, tuvo la oportunidad de hacer lo que había planeado con antelación: dejar en las tumbas de los abuelos las piedras que les había traído desde casa.
Es una tradición judía importante: poner piedras sobre las tumbas de los muertos como forma de honrarlos, como símbolo de un recuerdo eterno. En sus cementerios no hay flores porque, al final, con el paso de los días, se marchitan y mueren. Hay piedras, que perduran. “Quería dejar algo de mí”, dijo Landau, que narró cómo llevar esas pequeñas piedras en los bolsillos de su traje mientras representaba a su país en el funeral de Uribe Turbay lo hizo “comprender el peso de la mortalidad, así como nuestra humanidad común. La vida humana es tan frágil y preciosa”.
En las piedras puso su nombre, el de su esposa y sus dos hijos.
En una escribió Chris.
En otra, Caroline, Nat, Julia.
Un día después de su visita, Landau dijo en su cuenta:
—Es muy impactante ver cuántas personas tuvieron la misma experiencia que mis abuelos. Siempre estaré agradecido con la gran nación colombiana por haberlos acogido, y salvado.
Dr. Jakob A. Landau, 1884-1958
Jeanette Landau, 1892-1974
Sus tumbas seguirán reposando en la tierra que los recibió. Con las dos abstractas fechas, como lo pidió Borges en uno de sus poemas. Pero sin el olvido.
MARÍA PAULINA ORTIZ
Cronista de EL TIEMPO