
Los creadores, los autores, los directores del cine hecho en Argentina, nunca han estado “en el mejor de los mundos”. Eso no quita que sigan año tras año, época tras época, generación tras generación insistiendo, pergeñando, declamando, necesitando, buscando escribir, producir y realizar sus obras, sus ideas, sus películas. Más allá del estado de las cosas, siempre apuestan -arte y/o industria mediante- a concretar sus sueños. Los cineastas en general no se achican y siguen remando, aunque sea en dulce de leche.
Y aunque algunos crean que muchos “sólo se miran el ombligo”, pues también sucede -a veces- que algún director o directora habla de sus colegas, apunta su cámara a quienes conoce, frecuenta, idolatra, o simplemente respeta. Es algo así como se le suele decir: cine dentro del cine. O Cine que habla del Cine. Justamente se están cumpliendo 20 años del estreno de un ejemplo a lo antedicho. Nos referimos al film Dirigido por… (2005) de Rodolfo Durán quien a lo largo de algo más de hora y media entrevista e indaga a otros directores, porqué filman, que es el cine, cuál es su estilo. Y por ahí andan Manuel Antín, Adolfo Aristarain, Daniel Burman, Ana Katz, Israel Adrián Caetano, David José Kohon, Eduardo Calcagno, Paula Hernández, entre otras y otros. Muchas respuestas, muchas situaciones, muchas dudas no han perdido actualidad y siguen vigentes.
En años recientes este indagar en su propio mundo y mostrárselo al resto de los congéneres, ha tenido en nuestro país un gran impulso. De manera individual o colectiva parecería ser que hay un interés por saber de qué va o que hace un/una cineasta. Una lista de muestra, no completa, es esta: Soy lo que quise ser (2018) de Betina Casanova y Mariana Scarone, sobre la vida de José A. Martínez Suarez; Favio: Crónica de un director (2015) de Alejandro Venturini, obviamente una biografía sobre el actor/realizador nacido en Luján de Cuyo. Mi padre y yo (2024) de Pablo Torre, quien nos cuenta sobre su progenitor Leopoldo Torre Nilsson; La generación del 60: La amistad que no se conocía (2024) de María Adela González donde hace confluir en una charla, en una misma mesa a dos históricos: Antín y Martínez Suarez. Y probablemente este año nos llegue la muy emotiva Había una vez un mago (2025) de Salomé Favio y Oscar Frenkel, donde Pupi Jury (Salomé) charla, pregunta y convive con su padre a lo largo del rodaje de su último film, Aniceto (2008).
Todo este preámbulo viene a cuanto para posicionar y ubicar el film Mi mejor escena (2025) el quinto largometraje del director porteño Gabriel Arbós, quien tenía en su haber solo ficciones y aquí encaró su primer largometraje documental. Arbós se pasó toda su vida cerca de los directores: tanto como ayudante como de asistente. Y en su prolífica carrera estuvo en films de Carlos Orgambide, Juan Carlos Desanzo, Osvaldo Andéchaga, Alejandro Doria, Aníbal Di Salvo, Américo Ortiz de Zárate, Héctor Olivera, Santiago Carlos Oves, Raúl de la Torre, Marcelo Piñeyro, y muy especialmente junto a Carlos Galettini en seis de sus películas. Y con quien compartiría durante muchos años el Consejo Directivo de la DAC que es la Asociación General de Directores Autores Cinematográficos y Audiovisuales. Desde hace 14 años es el Secretario de Acción Social de esta entidad. Y entre otras cuestiones ha sido el gran impulsor de la creación del monumento a Leonardo Favio, Leonardo y su Musa creada por el escultor Eric Leonardo Dawidson (Y que puede verse en el paseo de la intersección de Avenida Corrientes y Vera, en CABA).
Pues bien, como ya le comentó a Escribiendo Cine en una reciente entrevista, un día se le ocurrió que era una buena idea hacer una película sobre directores que cuenten cuál fue su escena favorita. Entonces con un equipo de técnicos mínimo encaró el proyecto de una forma simple, directa y sencilla. Elegir a sus diez colegas, entrevistarlos y que elijan la escena y mostrársela al espectador. Y así fue. Dentro de esta selección hay realizadores veteranos y más jóvenes, hay mujeres y varones, hay quienes han hecho más ficciones y quienes prefieren el documental. Hay exitosos y comerciales, y otro premiados y más afines al cine de autor. Y es bueno aclarar que la mitad de ellos integran actualmente la Comisión Directiva de la DAC. O sea Arbós quiso navegar en aguas conocidas y amigables.
Allí se van sucediendo uno tras otro, sin molestarse, ni empujarse ni mezclarse. Cada quien a su turno.
Cada director o directora viene con su película y su escena preferida: Juan José Campanella (Luna de Avellaneda, 2004): escena de la Votación. Potente y emotiva. JJC lleva su comentario a la cuestión de querer/odiar el ser argentino. Albertina Carri (Los Rubios, 2003): escena sobre el aporte del INCAA a un film, un cruce de documental y ficción, muy dialogada. La directora analiza y desmenuza ese momento y lo que es producir el cine en general. Miguel Cohan (La misma sangre,” 2019): escena de sospechas y búsquedas entre Diego Velásquez y Oscar Martínez. Y blanquea que hay escenas que repite de alguna manera en sus otras películas: el protagonista y el antagonista se miran fijamente sin diálogos. A Cohan le gusta ensayar mucho con sus actores.
Carmen Guarini (Meykinof, 2005): Durante el rodaje de un film de Edgardo Cozarinsky, dos hombres están desnudos en la cama y está el making off de C.G.
Desde otra perspectiva nuevamente ese cruce hibrido entre ficción y realidad en un diario de rodaje con una escena fuerte de sexo entre dos hombres. CG cree en el cine directo. Alberto Lecchi (Perdido por perdido, 1993): Escena final de la huida por las alcantarillas. AL dice que sufrió mucho al hacerla, era su opera prima. Explica los problemas y pormenores para rodar en los tubos cloacales que desembocan al río. Amén de los bichos que pululan por ahí. (Con ésta ya hay dos pelis con escenas elegidas con Ricardo Darín como protagonista).
Néstor Montalbano (No llores por mí Inglaterra, 2017): escena del partido de fútbol entre locales e invasores. Mucha reconstrucción de época. Cuenta el director que soñó desde pibe con los héroes de época tipo San Martín o Güemes. Y como siempre con una pequeña ayudita de su gran amigo Diego Capusotto. Lorena Muñoz (Gilda, no me arrepiento de este amor, 2016): Escena del baño y los festejos de Fin de Año en lo de Gilda (Natalia Oreiro). Un potente plano secuencia, posiblemente la escena más intensa y difícil de todas las elegidas en este film. Juan Bautista Stagnaro (Casas de fuego, 1995): Escena con Miguel Ángel Solá como el Dr. Masa en la Academia de Medicina. Demián Rugna (Cuando acecha la maldad, 2023): Escena de un atropello a una zombie y su hijito. Una puesta en escena difícil con alta tecnología y resuelta brillantemente. El terror también se hace presente. Por último Marcelo Piñeyro (Las viudas de los jueves, 2009): Escena del entierro en el cementerio. Momento muy dramático y de relaciones cortantes y frontales. Arbós eligió para la apertura y cierre de sus directores a dos de los más populares y exitosos de este cuarto de Siglo.
Como insert/conexiones entre cada artista aparecen Malena Di Mónica como la interlocutora y Carola Arbós como la asistente, para lograr más fluidez y con algo de gags que sirven de broches. Gabriel Arbós no revoluciona nada, porque no se lo ha propuesto. Si quería volcar en pantalla una idea sobre qué le gustó a cada colega de su propia obra. El film es como un cuestionario que cada quien responde a su modo, gusto, estilo y precisión. Ahí también salen a flote las características de cada autor o autora, que sin duda van de la mano de sus propias obras realizadas. He ahí lo atrapante de este documental, no tanto por cuál título o escena se eligió, sino el porqué y el cómo. Quien haya visto todos estos diez films, seguramente van a disfrutarlo un poco más.
El director finalmente cierra el documental antes de los créditos finales y se manda un manifiesto a cámara, podrido de los tontos que dicen que el cine es todo igual, son siempre los mismos temas, los mismos actores. Y entre los tontos hay muchos funcionarios que hacen que el cine no avance. Y que al frente del INCAA tiene que estar o un actor, un director o un productor. “Que ame el cine, como lo amo yo”, Gabriel Arbós dixit.