
Desde este jueves, el público podrá ver a Guillermo Francella en la pantalla grande, multiplicado por 16, pero en una misma película. Se trata de Homo Argentum (2025), el film satírico codirigido por Mariano Cohn y Gastón Duprat. En el largometraje de ficción, cada personaje expone una tensión: el oportunismo elegante, la doble moral de clase media, la idolatría futbolera, la aspiración consumista, el sentido del humor ante el caos, la corrección política sobreactuada, la cultura del canuto, la mafia de la amistad o el arte de hacerse el boludo, entre otros tópicos. En el marco del debut del film, el actor y los realizadores audiovisuales dialogaron con EscribiendoCine.
Mariano, Gastón, ustedes ya vienen trabajando en dupla desde hace varios proyectos, pero todo proyecto también es un acto único, ¿qué descubrieron, o redescubrieron, de este vínculo cinematográfico?
Mariano Cohn: En este vínculo, o en este descubrimiento que decís, sumaría a Guillermo, al actor. Es imposible hacer una película de 16 mini películas, todas interpretadas por el mismo actor, sin tener esta misma complicidad que tenemos a veces con Gastón para dirigir, que compartimos gustos, algunas observaciones, era también compartirlo con el actor, con el protagonista. Lo único que tiene el largometraje es la duración, todo el resto es pura experimentación.
Gastón Duprat: Éramos realmente como un grupo de rock: bajo, batería, guitarra, porque no hay manera de hacerlo de otro modo. Primero, es un proyecto muy audaz, Guillermo necesitaba ponerle todo en todo momento, tenía que hacer 16 personajes, teníamos que construir 16 mundos. En una película convencional, el protagónico ya es difícil de hacer, y es uno, acá cada dos días él cambiaba. Se acostaba como un personaje y se levantaba como otro. Y no solo el personaje, sino cómo piensa, cuál es su actitud, qué le pasa por dentro. Fue muy demandante esta película, y un trabajo realmente grupal. De hecho, en cuanto al guion también, tanto volumen de información, de temas, de reflexiones que hay…
Vemos 16 historias, con sus respectivos personajes, pero intuyo que hubo más. A la hora de seleccionar, ¿cuál fue el criterio principal?
M.C.: El primer criterio era que quede a la medida del actor, que pueda ponerse en la piel de ese personaje. Después, un filtro temático, qué historias repetidas, o con enfoques parecidos, teníamos que descartar, y que quedara la mejor. Sabíamos que, máximo, iban a entrar unas 16, teníamos que decir cuáles eran las 16 que más nos representaban.
¿Cuál fue el menor, y el mayor, tiempo que llevó hacer cada corto?
G.D.: Hay historias que se rodaron en un día. Entonces, eso hacía que todo un montaje escenográfico gigantesco te lo consumas en un día. Eso también es atípico para una película normal. En la historia del director de cine, todo lo que se armó, ese festival de cine internacional, que era un despliegue enorme, se grabó en un día. Lo mismo el aeropuerto, la historia “Ezeiza”, es un aeropuerto totalmente montado, hasta el último detalle. La historia del presidente, obviamente era de un día, y la más larga creo que fue la que se rodó en Italia.
En tu caso, Guillermo, te quería preguntar por dos sensaciones. Una, antes de grabar la película, cuando viste con lo que te ibas a encontrar, y otra cuando ya realizaste el film…
Guillermo Francella: Ese formato lo amé desde cuando vi la película italiana Los monstruos de Dino Risi, que hablaba en episodios del gen italiano, con mucho humor, y con mucha bajada de línea. Eso me marcó. Cuando se lo trasladé a los muchachos, que tenían ganas de hacerlo, fue un desafío afrontarlo, porque no imaginé nunca protagonizar las 16 historias, creía que iba a protagonizar alguna. Y ellos decían que sino no la filmaban. Hubo un montón de debates, y salió.
Lo llevé con mucho respeto y cuidado, había muchas áreas involucradas. Primero, la caracterización, algo muy importante, las pruebas de cámara, los ensayos, distintas composiciones. Al verme despojado de cualquier cosa que me identificara que era yo me ayudó interpretativamente a cambiar, a componer, a ver cosas nuevas explorando, lo cual me fascinó. Fue un desafío muy intenso. Estuve protegido por la letra de estos chicos, que escriben muy bien y los conozco mucho.
Por otro lado, cuando vi la película editada, musicalizada, con la mezcla de sonido y de color, ¡me impactó mucho! Cumplí ese sueño de recordar aquella película italiana que me había marcado tanto, era llevarla mostrando nuestro gen.
Anteriormente, te hemos visto personajes que tenían un desarrollo a lo largo de una serie, o de un largometraje. Acá son relatos con distintas duraciones y personajes, ¿cuál fue la mayor complejidad de entrar y salir de estos papeles?
G.F.: No era que empezaba con un personaje y, luego, me iba a otro. Había una cosa cronológica, con el tiempo lógico que algunas historias duraban tres días de rodaje, otras cinco, otras dos, otras uno, pero se empezaba y se terminaba con ese rol. Terminada esa viñeta, comenzaba otro rol, y así todo. No lo padecí tanto. A veces, me cuesta más una película que me citás acá, en este lugar, porque se filma la escena 4, la 98 y la 7. Y tengo que ir y volver, pensar el paso del tiempo, recordar de dónde vengo, a dónde voy…
Por último, un concepto que aborda el film es el de las contradicciones humanas. Fuera de la ficción, ¿una contradicción que recuerdes a lo largo de tu camino artístico profesional, ya sea que la hayas resuelto, o no?
G.F.: Gracias a Dios, no tuve tantas contradicciones. No fui una persona muy insegura en concretar un proyecto, o leer un guion y estar mucho tiempo en dudas de si lo hago o no lo hago. Algo me pasa conmigo, de qué me late, o no, algo que leo y algo que me sé, y me la juego. Cuando no he elegido algunos proyectos y, luego, los vi plasmados, dije: «Bueno, me parece que tanto no me equivoqué». Esas cosas me han pasado, entonces, confío, y no solamente en la profesión, en la vida.