
El pasado jueves, al cumplirse exactamente 22 meses desde el comienzo de la guerra desatada por la masacre de Hamás en el sur de Israel el 7 de octubre del 2023, el gabinete de seguridad de Israel tomó una decisión que marca un hito en la línea de tiempo del conflicto.
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Por amplia mayoría, aunque no por unanimidad, y en medio de serias discrepancias entre el primer ministro, Benjamin Netanyahu, y el comandante en jefe del ejército del país, Eyal Zamir, el gabinete resolvió aprobar el plan para conquistar la ciudad de Gaza.
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“Las Fuerzas de Defensa de Israel se prepararán para tomar control de la ciudad de Gaza mientras distribuye ayuda humanitaria a la población civil fuera de las zonas de combate”, reza el comunicado oficial que subraya “cinco principios para poner fin a la guerra”.
Palestinos en busca de comida en un punto de distribución en Gaza. Foto:AFP
Las 5 condiciones de Israel para poner fin a la guerra
- El desarme de la organización terrorista Hamás.
- El retorno a Israel de los secuestrados que están en manos del grupo terrorista, tanto los 20 que se estima están vivos como los 30 que ya han sido dados por muertos. Entre ellos, la única mujer israelí retenida aún en Gaza.
- La desmilitarización de la Franja de Gaza.
- El control israelí de la Gaza desde el punto de vista de seguridad.
- El establecimiento de una administración civil alternativa que no sea ni Hamás ni la Autoridad Nacional Palestina.
No obstante, la publicación no menciona la palabra “ocupación” ni tampoco hace referencia a los campamentos de refugiados de la zona central de la Franja de Gaza, de los que se especuló en los últimos días serían los escenarios de las próximas maniobras israelíes.
Además, Netanyahu aclaró en declaraciones a la cadena estadounidense Fox News que Israel quiere controlar totalmente la Franja de Gaza, pero “no gobernarla” o “conservarla”.
Su intención, detalló, es “pasar el relevo a fuerzas árabes que la gobernarán (…) correctamente, sin amenazarnos, y ofreciendo una vida agradable a los habitantes”.
Soldados israelíes. Foto:AFP
Actualmente, el ejército israelí ocupa u opera sobre el terreno en casi el 75 % de Gaza – gobernada desde 2007 por Hamás- y, de ejecutarse el plan, muchos temen que se reviva lo ocurrido en 1967 cuando el país hebrero ocupó la Franja y estableció allí 21 colonias, que fueron desmanteladas durante su retirada unilateral en 2005.
Bajo una enorme presión interna y externa sobre Netanyahu para que ponga fin a su ofensiva en el territorio palestino, donde más de 61.000 personas han muerto y más de dos millones están al borde de una “hambruna generalizada”, el premier israelí también ha insistido en que no se trata de un plan que comenzará de inmediato con la intensificación de los combates, sino que en la nueva etapa el primer desafío es humanitario.
En ese sentido, estiman que para el 7 de octubre –cuando se cumplan dos años de la guerra- la ciudad de Gaza esté totalmente desalojada desplazando a cerca de un millón de personas hacia el sur con el objetivo de separar a la población civil de los terroristas y poder concentrarse después en la neutralización total de Hamás.
Es precisamente por eso que el ministro Betzalel Smotrich, considerado de posiciones nacionalistas y de derecha en Israel, votó en contra: porque contrariamente a lo que le exigió al Netanyahu, la decisión del gabinete no dice explícitamente que el operativo no será detenido bajo ningún concepto.
Netanyahu junto a soldados de Israel. Foto:EFE
Entre tanto, en Gaza, donde la población vive a diario bajo las bombas, a merced de las órdenes de evacuación emitidas por el ejército israelí, los habitantes temen lo peor.
“Nos dicen que vayamos al sur, luego que volvamos al norte, y ahora quieren enviarnos de nuevo al sur. Somos seres humanos, pero nadie nos escucha ni nos ve”, dijo a AFP Maysa Al Shanti, una mujer de 52 años, madre de seis hijos.
Las dudas sobre el plan de Israel para ocupar Gaza
No son pocos los potenciales problemas del plan. En primer lugar, desplazar a tal cantidad de personas equivale a un desafío logístico enorme, más aún cuando Israel se compromete a garantizar la prestación de ayuda humanitaria. Incluso, señala que contempla la construcción de hospitales de campaña y diferentes instalaciones para uso de la población desalojada de la ciudad.
En segundo lugar, un obstáculo especialmente significativo es lo que ya ha mostrado la experiencia en el terreno en situaciones similares, aunque de menor envergadura: Hamás hará todo lo posible para impedir la evacuación de los civiles cuando, de hecho, el movimiento islamista palestino denunció la decisión como “un nuevo crimen de guerra” y advirtió que le “costará caro” a Israel.
A ello se suma la presión política y social. En Israel, el líder de la oposición, Yair Lapid, denunció una “catástrofe” que provocará “la muerte de los rehenes y de numerosos soldados, costará decenas de miles de millones a los contribuyentes israelíes y (provocará) un fracaso diplomático”.
Asimismo, las familias de los rehenes, que se manifiestan a diario para reclamar la liberación de sus seres queridos, también están preocupadas.
Palestinos reciben ayuda humanitaria en un punto de distribución en Gaza. Foto:AFP
La decisión del gabinete “significa abandonar a los rehenes, ignorando completamente las advertencias repetidas de la dirección militar y la voluntad clara de la mayoría de la población israelí”, deploró el Foro de las Familias, la principal organización de familiares de los rehenes israelíes.
Justamente, uno de los aspectos más problemáticos de la decisión está relacionado con cómo lograr el retorno de los secuestrados cuando son numerosos los expertos y analistas convencidos de que la decisión los sentencia a muerte.
El propio teniente general Eyal Zamir se opuso al plan, en parte, por el riesgo que considera hará correr a los secuestrados y advirtió sobre el desgaste de las tropas que están combatiendo hace 22 meses y el esfuerzo que significará tener que reclutar otros 200.000 reservistas para implementar el nuevo plan.
A esto se suma la presión internacional -que es cuantiosa desde hace tiempo- y que se intensificó aún más con la decisión de conquistar Gaza.
Un ejemplo especialmente elocuente es la decisión de Alemania, un país muy cercano a Israel, suspender las exportaciones de armas a Israel para su uso en Gaza. A su vez, Arabia Saudí denunció el plan israelí y España lo condenó.
Reino Unido la calificó de “error”, China se dijo “muy preocupada” y la jefa de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, llamó a Israel a “reconsiderar” su plan.
Soldados israelíes montan guardia junto a la ayuda humanitaria. Foto:AFP
Este plan “debe detenerse de inmediato”, protestó a su vez el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Volker Türk.
Adi Carmi, que fue oficial en el Shin Bet en Gaza años atrás, considera que la única decisión que debería tomar el gobierno de Israel ahora es poner fin a la guerra y empujar a un acuerdo para que vuelvan todos los secuestrados.
“Esa es la máxima responsabilidad”, dice a EL TIEMPO al agrega que “está claro que Hamás ya nos dará motivos pronto para volver a atacarlo. No podemos aceptar que siga en el poder y armados, pero, ahora, la prioridad deben ser los rehenes”.
En el otro extremo está el coronel retirado, profesor Gabi Siboni, experto en estrategia militar, quien recalca en conversación con este diario que “todo operativo para recuperar rehenes equivale a un potencial peligro para ellos. Siempre fue así, pero sin lanzar esta lucha antiterrorista nos condenan a que los terroristas continúen eternamente atacándonos y eso es una afrenta a la seguridad nacional de toda la ciudadanía”.
Entre tanto, hay quienes consideran que la estrategia de Israel se concentra en presionar a Hamás para que acepte un acuerdo que logre el alto al fuego en Gaza a cambio de que sean liberados los rehenes, depongan las armas y abandonen la Franja.
Sin embargo, es poco probable que así ocurra.
De todos modos, la idea de pasar Gaza a fuerzas árabes no funcionará si Israel continúa oponiéndose a que la Autoridad Nacional Palestina juegue un rol central en ello, como lo constató en su cuestionado plan de conquista.
JANA BERIS – Corresponsal de EL TIEMPO – Jerusalén