
General Pico. Invierno de 2025. A las ocho de la noche unas 200 personas se reúnen en el hall del Cine Gran Pampa. Es la segunda jornada del Festival y la sala histórica de la ciudad, con sus butacas de cuerina, se engalanan para proyectar algo improbable: cine taiwanés. Y no cualquiera: Hou Hsiao-hsien, -ni más ni menos- y su Millennium Mambo (2001): esa postal alucinada de una juventud que se sabe fugaz.
No es habitual que los corazones de La Pampa latan al ritmo de Taipei. Y menos que, antes de la función, una embajadora -Florencia Miao-Hung Hsie- vestido sobrio y sonrisa impecable hable en un español amable del plano secuencia, de la riqueza cultural de su isla, de cómo Hou fue capaz de reinventar la manera de contar.
La escuchaban desde jubilados con boinas, señoras con tapados (sacados del ropero para la ocasión), chicas con pelo de colores y piercings, estudiantes que llegaron desde Santa Rosa y matrimonios que viven la experiencia de “ir al cine” como si fuera un rito, un secreto compartido.
Tras una introducción al cine taiwanés del divulgador Maui Alena la sala se oscureció. Los primeros planos largos -ese humo de cigarrillo que tarda en irse, la voz de Vicky, la protagonista del film, narrando desde el futuro, los neones filtrados por la lluvia- obligaron al público a ajustar el ritmo respiratorio. Donde las películas suelen cortar para ir al grano, Hou alarga las escenas como si la vida estuviera hecha de demoras. Afuera el invierno pampeano; adentro luz azul sobre los rostros inmóviles.
Cuando terminó la película, hubo unos segundos de silencio que no parecían de desconcierto sino de digestión lenta: esa que provocan obras de este tenor. Después, un aplauso largo, sólido, que no se interrumpió hasta que la pantalla quedó del todo negra. A la salida varias personas buscaron la foto con la embajadora, con la decoración que, atinadamente, colocó la producción del Festival para tamaña función.
En la vereda las conversaciones seguían: que el sonido, que los encuadres, que ese final abierto, que la belleza de Vicky, que la relación tóxica. Algunos buscaban en Google qué más había hecho Hou porque es un director que deja “manija” al público. Otros, simplemente, repetían que nunca habían visto algo así en su vida. Y tal vez esa sea la medida exacta de lo que pasó en el Gran Pampa: por un par de horas, General Pico fue una pequeña capital del cine del mundo.
El apoyo de un país a su Cultura
Al salir, todavía con el murmullo tibio de los espectadores flotando en el hall, Florencia Hsei -el nombre en español que eligió la embajadora- sonreía como si lo que había pasado le confirmara una sospecha: que el cine, incluso tan lejos de su amada Taiwán, podía seguir tendiendo puentes.
Con ese español que a veces busca la palabra precisa y la encuentra a su manera, Florencia le cuenta a Escribiendocine que la industria del cine taiwanés vive “un momento pujante”, sobre todo “gracias a una generación joven que explora historias y sociedad, con libertad para crear y con herramientas técnicas a la altura”.
Nombra a Ang Lee, a Hou Hsiao-hsien, a Tsai Ming-liang, como quien repasa una familia ilustre, pero enseguida volvió sobre los nuevos: “también desempeñan un papel muy importante en este momento”.
Dijo que “presentar en Argentina películas de sus directores es un honor”, porque “aquí falta ese intercambio para que nuestros amigos argentinos nos conozcan mejor”. Esa es la razón por la que viajó hasta General Pico: no solo para mostrar cine, sino para mostrar Taiwán.
En sus frases se cuelan pequeñas tesis: que el cine es un lenguaje universal, que construye puentes de cercanía y cultura, que Taiwán y Argentina están lejos pero que en la pantalla esa distancia se achica.
Dice que en su país “el gobierno apoya a sus creadores tanto como la industria del cine y que el talento y la política cultural deben caminar juntos”.
Una frase potente que, en la Argentina actual, hay que volver a repetir todos los días aunque como dice el refrán: “qué se puede esperar de un burro más que una patada”.
Tercera jornada festivalera
La tercera jornada del Festival de Cine de General Pico promete, este sábado, una agenda con un marcado sello local. Entre sus propuestas destacadas, se presentará la Muestra Pampeana de Cortometrajes, una ocasión para asomarse al talento audiovisual que se gesta en la provincia y descubrir nuevas historias contadas desde aquí.
La programación también incluirá dos estrenos nacionales en competencia. Por un lado, Los Cruces, ópera prima de Julián Galay; y por el otro, Amor Descartable, de Azul Aizemberg. Ambas producciones ofrecerán miradas frescas y personales que enriquecen la diversidad de la cartelera.
El espíritu del festival no se olvida de las infancias: habrá funciones especiales pensadas para toda la familia, con contenidos que invitan a disfrutar, aprender y emocionarse juntos frente a la pantalla grande.
La novena edición del Festival de Cine de General Pico se desarrollará hasta el 13 de agosto inclusive, con una nutrida agenda de proyecciones, encuentros, talleres y espacios de intercambio. Una oportunidad para seguir descubriendo nuevas voces y miradas en el cine, desde La Pampa hacia el mundo.