
miércoles 06 de agosto de 2025
Ocho postales desde Utopía (Eight Postcards from Utopia, 2024) presentado Fuera de Competencia en la Sección Oficial de Locarno, Jude vuelve a indagar en la Rumania que dejó Ceausescu, a partir de una conjunción caótica de publicidades que atraviesan más de tres décadas.
Radu Jude es el director rumano más consagrado de estos tiempos. El que construye su cine a partir de la realidad social y política de su país. Siempre reflexionando en sus producciones y permitiendo que sus compatriotas se permitan (re)pensarse. Pero como se sabe: cuando pintas tu aldea también pintas el mundo. Y entonces su cine se universaliza sin perder la localía y se pasea por Festivales alzándose con premios y reconocimiento.
En este documental (codirigido con el filósofo Christian Ferencz-Flatz) se conjugan más de 30 años de anuncios publicitarios de la Rumania post Ceausescu que, a partir del montaje, permiten ilustrar y comentar un tiempo pasado, observar el imaginario que sostienen las publicidades, visualizar en conjunto las representaciones y los sueños de una sociedad y, en la transición del socialismo al capitalismo que sobrellevó este país, la búsqueda por captar consumidores y de configurarlos como tales.
¿Todo se compra y todo se vende? ¿Y cómo? La recurrencia a la historia del país, la insistencia del dinero como fuente de felicidad, los primeros pasos de la tecnología, el hombre y la mujer como prototipos y estereotipos a reflejar, las distintas franjas etarias sin distinción para volverse modelo consumidor, el machismo patriarcal sin fisura son temáticas recurrentes y, por ello mismo, posibles de ser agrupadas. Que es lo que el documental realiza.
El film está dividido en ocho capítulos y un epílogo que sólo llevan un título que enmarca el visionado posterior de este carrusel alocado de anuncios comerciales trabajado con la base de un contrapunto montajístico no cronológico donde aflora lo lúdico, el humor y el pensamiento crítico.
Los avisos proponen un recorrido caótico y no están completos (hay allí una clara decisión) pero en su aparición yuxtapuesta dan cuenta de una época y una intencionalidad, que puede ser más o menos artística, pero en su mayoría no pueden evitar la pátina kitsch que los recubre ni exponer, más temprano que tarde, su funcionalidad. Sólo en ciertas ocasiones (especialmente el capítulo 7) se observa explícitamente la manipulación de las imágenes interviniéndolas con ralentis o aceleraciones y quitándoles el sonido.
Pero el trabajo final queda para el espectador que buscará los cruces, los choques y los sentidos, evidentes o más sutiles, según sus capacidades y expertise. Un juego experimental que entretiene y permite pensar.