
miércoles 06 de agosto de 2025
La nueva serie de Dani de la Orden y Alberto Marini (La unidad, 2020) esquiva el ruido y se instala en el murmullo constante de una ciudad que aprendió a convivir con la ilegalidad como parte de su paisaje. A lo largo de seis episodios, la ficción no busca brillar sino evidenciar: lo que aparenta ser un paraíso turístico es también un nodo estratégico de redes criminales transnacionales.
César, interpretado con frialdad funcional por Hugo Silva, es el rostro visible de ese entrecruzamiento. Abogado exitoso, habituado a moverse entre despachos y silencios, encarna a una generación de profesionales que navega entre lo legal y lo ilegal sin despeinarse. Su oficina en Marbella no es solo un centro de operaciones, es un punto de confluencia entre mafias italianas, serbias, albanesas, inglesas y, con la llegada de Yassim (Khalid El Paisano), también holandesas de origen árabe.
La serie no idealiza ni construye dicotomías morales. Expone estructuras donde los cuerpos se mueven entre lealtades rotas, venganzas, operaciones ilegales y pactos funcionales. El crimen no aparece como espectáculo, sino como una práctica sistematizada. Marbella (2024) muestra con claridad una actividad delictiva sostenida en el tiempo, integrada en una sociedad que la asume como parte del orden.
La puesta en escena es precisa, la narrativa funcional y el ritmo constante. Cada escena responde a una idea clara donde la corrupción no irrumpe como excepción sino que opera como engranaje estructural. Esa tesis atraviesa los diálogos, los encuadres y las decisiones formales sin necesidad de subrayados. No hay gestos grandilocuentes sino un control sostenido del relato, como si los creadores comprendieran que la realidad en este caso no requiere amplificación.
Marbella se inscribe así como una de las propuestas más consistentes del thriller español reciente. No por su espectacularidad, que no busca, sino por su capacidad para sumergirse en un universo oscuro sin caer en el sensacionalismo. Donde otras series buscan fascinar con la violencia, esta elige mostrar su lógica. En ese gesto, se vuelve inquietante.