
Mis queridos lectores de Excélsior, ¡qué semanita nos regaló la televisión mexicana! Mientras unos se desgarran las vestiduras por acaparar rating y otros intentan reinventar la rueda con fórmulas ya probadas, el público dejó muy claro lo que quiere ver… ¡y lo que no!
Vamos por partes. Por un lado, La casa de los
famosos México sigue imparable, como auténtico tren bala. Esta semana, simplemente arrasó en la competencia con un contundente tres a uno en el rating. Nada de medias tintas ni empates técnicos. Mientras tanto, del otro lado del ring, Rocío Sánchez Azuara —una mujer a la que respeto profundamente por su trayectoria, credibilidad y temple frente a las cámaras— apostó fuerte con su nuevo programa
Tu historia como la mía.
¿El gancho? Nada más y nada menos que tener durante ¡tres horas! a Cristian Castro como invitado estelar. Sí, tres horas completas del Gallito feliz, el mismo que un día pinta su cabello de verde fosforescente y al siguiente canta como los dioses. Pero, ¡oh sorpresa! A pesar del peso mediático de Cristian y la experiencia de Rocío, el programa no sólo no despegó… se desplomó.
Las métricas de audiencia no mienten: TV Azteca perdió 600 mil espectadores en ese horario, comparado con semanas anteriores. ¡Una caída libre! Y es que, aunque Cristian es un personaje fascinante, verlo durante tanto tiempo sin un formato dinámico, sin ritmo, sin sorpresas, se volvió francamente aburrido. A ratos parecía un especial de YouTube mal editado y no un programa estelar de televisión abierta.
Aquí no se trata de talento individual, porque tanto
Rocío como Cristian lo tienen, sino de saber cómo y cuándo usarlo. En la televisión actual, la atención del público es oro puro y si no lo captas en los primeros 10 minutos, ya estás perdido. La casa de los famosos lo entiende perfectamente con su dosis diaria de drama, conflictos, alianzas y traiciones, el mismo coctel que tiene enganchados a millones de mexicanos desde el estreno de sus temporadas pasadas y también exitosas.
Querida Rocío, esto no es un adiós ni un “te lo dije”, es sólo una alerta. El público ya no quiere solemnidad ni entrevistas largas tipo documental. Hoy, el que no entretiene… no permanece.