
Estampa fugaz, la transición de la elegancia y la transformación de los clavadistas en acróbatas. En la retina del ojo queda aprisionado el momento sorprendente de la china Chen Xiaoxia hundiéndose en la superficie de la A. O. Francisco Márquez, hace ya casi cinco lustros; al desaparecer se desvanece un sedoso sonido de succión al tiempo de formarse un hemisferio de burbujas metálicas, argénteas.
Los chinos y el soviético Sergei Nemtzánov acaso fueron los primeros en ahuecar la mano y generar un vacío que les ayudó a amortiguar el impacto en su entrada perpendicular en abre-cierra mágico, fascinante.
En el arte efímero del clavado hay acrobacia, maromas en la línea de los hombros, giros helicoidales en el eje cabeza-pies, física, matemáticas, geometría en la curva parabólica, en el trazo al desprenderse de la arista de la plataforma o del trampolín y tocar el agua; historia, cultura, tradición, belleza, concepto continental, en función de razas, color de piel. Los chinos revolucionaron los clavados en la técnica y en el perfeccionamiento.
El testimonio de su obra maestra, en los JO de París 2024, al conquistar los ocho oros olímpicos en disputa. Dos de sus clavadistas emblemáticos son en la actualidad Yuan Cao, 30 años, y Zongyuan Wang, 23.
El primero ha ganado 62 competencias internacionales, con 4 oros olímpicos en trampolín de 3 m en Río de Janeiro 2016, dos en plataforma en Tokio y París —el segundo consecutivo en la historia después de Greg Louganis—, y uno más en sincronizado 10 m en Londres; Zhongyuan ha conquistado nueve oros en campeonatos mundiales, en 1 y 3 m, y dos platas olímpicas en 3 m en Tokio y París; ha conseguido 36 oros internacionales. ¡Son dos saltadores imbatibles! Cuánta emoción se experimenta cuando Osmar Olvera, 21 años de edad, vence a los dos clavadistas más notables de los últimos tiempos, arquetipos de lucha, técnica en la cumbre de la evolución. Con 3 oros: Mundial de Doha 22, Juegos Panamericanos y ahora Singapur. Significante su bronce en 3 m en los JO de París y la plata en sincronizado con Juan Celaya.
En estos días circula una fotografía de 2017 de Osmar de 14 años con Yuan Cao, entonces de 22. La imagen con la actualidad refleja la perseverancia del mexicano y el estímulo tan intenso de emular la grandeza y a rechazar los fracasos e intentos fallidos que tanto espolean el espíritu del competidor a la superación indeclinable. La victoria de Osmar no es tan simplista como la formulan algunos pregoneros del futbol: mentalidad triunfadora, personalidad…; en toda actividad, la repetición constante, la tenacidad diaria, como la gota de agua que horada la piedra, conduce a la maestría.
Pero en la competencia, en la esfera agonal, ¡ay!, la maestría es insuficiente; sobre todo en una expresión que no depende totalmente del individuo, sino de la apreciación de los jueces. Si los clavadistas tiran 150 saltos, Osmar, en la última década, tiró cerca de medio millón. México, con tantos problemas sociales, políticos, violentos, ¡tiene un genio a la altura de los chinos! Es motivo de orgullo y admiración.