
¿Por qué las sábanas de hotel se sienten más frescas que las de casa?
R. Como usted y yo, muchos huéspedes coinciden en que dormir en una cama de hotel tiene algo especial: las sábanas se sienten más frescas, más suaves y más agradables al tacto. Pero ¿qué hay detrás de esa sensación tan distintiva? La respuesta está en los detalles que los hoteles cuidan rigurosamente, y que también pueden aplicarse en casa.
Para empezar, los hoteles suelen optar por sábanas de algodón ciento por ciento, con tejido tipo percal. Este tejido, de textura crujiente y mate, favorece la circulación del aire y ofrece una sensación de frescura superior al satén, que, aunque es más sedoso, retiene más calor. El número de hilos también influye. Los hoteles prefieren un conteo entre doscientos cincuenta y cuatrocientos, un rango que equilibra suavidad, durabilidad y transpirabilidad. Contrario a lo que muchos creen, un número demasiado alto de hilos puede generar un tejido más pesado y cálido.
El mantenimiento también es clave. Las sábanas se lavan con agua caliente, sin suavizantes, lo que ayuda a eliminar residuos y conservar la textura crujiente. El secado se realiza a temperaturas medias o altas, y las sábanas se retiran rápidamente para evitar arrugas. Algunos establecimientos incluso las planchan ligeramente, lo que contribuye a ese acabado impecable.
Para quienes desean replicar esta experiencia en casa, basta con elegir sábanas de algodón percal con un conteo cercano a trescientos hilos, evitar suavizantes, y cuidar el lavado y secado siguiendo estos mismos principios. Con estos ajustes, es posible disfrutar en casa de la frescura y el confort que caracteriza a las camas de hotel.
Señor La Mont, aparte de las jirafas ¿qué otros animales no saben nadar?
R. Animales que no saben nadar: cuando el agua no es para todos.
Aunque la naturaleza suele equipar a sus criaturas con habilidades para adaptarse a diversos entornos, hay animales que simplemente no fueron diseñados para nadar. Sorprendentemente, no solo criaturas terrestres se incluyen en esta lista, sino también algunas que viven cerca del agua.
Los gorilas y chimpancés, por ejemplo, tienen cuerpos musculosos y densos que carecen de la flotabilidad necesaria. Su instinto los lleva a evitar el agua siempre que pueden. Por su parte, los hipopótamos, aunque pasan gran parte de sus días sumergidos, no nadan en el sentido tradicional; se impulsan caminando por el fondo de los ríos gracias a sus patas robustas.
Las tortugas terrestres, a diferencia de sus parientes acuáticos, tienen caparazones pesados y extremidades no adaptadas para la natación, por lo que podrían ahogarse si se sumergen. Los rinocerontes africanos, igualmente, prefieren refrescarse en charcos de lodo y evitan nadar debido a su gran tamaño y limitada movilidad en el agua.
Entre los pequeños, los armadillos cruzan ríos caminando por el fondo mientras contienen la respiración, y las chinchillas evitan el agua debido a su denso pelaje, que al mojarse puede causarles graves problemas de salud. En el mundo de las aves, las fregatas y algunos loros no tienen patas palmeadas ni plumaje impermeable, por lo que se mantienen alejados del agua, a pesar de vivir cerca de ella.
Incluso entre los animales domésticos hay excepciones: razas como el pug o el bulldog inglés tienen dificultad para nadar por su anatomía compacta y rostro plano. Y aunque la mayoría de los camellos no nadan, en la India existe una raza llamada kharai que ha desarrollado cierta habilidad para cruzar aguas saladas.
La diversidad del reino animal nunca deja de sorprender, y estos ejemplos nos recuerdan que en la naturaleza no todos están hechos para nadar, como nosotros no estamos hechos para volar.