
Un grupo armado de más de ocho hombres, con entrenamiento y equipo táctico, está irrumpiendo en las residencias más longevas del Ajusco, al sur de la Ciudad de México, en la Alcaldía Tlalpan.
Los sujetos son todos jóvenes y usan violencia física y verbal para interrogar a los dueños de casa sobre la seguridad de sus residencias y los objetos de valor que puedan encontrar: joyas, calzado, efectivo y hasta vehículos. Sin embargo, llegan con instrucciones específicas de encontrar un supuesto “tesoro” detrás de un mueble de madera, explicó el denunciante, quien habría estado entre sus víctimas desde principios de abril.
No se trata de una zona aislada ni mucho menos de precaria. Esta residencia, en específico, se encuentra a unos minutos de los ranchos más exclusivos del Ajusco, donde destacan los ranchos “El Juguete” de Rodolfo de Alba y hasta los predios del diputado morenista Pedro Haces.
El Ajusco “se ha vuelto tierra de nadie donde todo pasa y no hay quien los detenga”, dijo en entrevista para Excélsior el hombre que prefirió mantener su identidad bajo anonimato por temor a represalias.
Aunque él y su familia, compuesta por dos adultos mayores y un menor de edad, llevan más de cuatro décadas viviendo el el bosque del sur de Tlalpan, insiste que se “había escuchado de asaltos, secuestros, de delincuencia organizada, cobro de piso, pero no un comando que robara”.
Dejando atrás las pérdidas monetarias de más de 2 millones de pesos, el denunciante confiesa que la salud emocional de los integrantes de la familia ha empeorado desde aquel incidente donde pensaron que perderían la vida, y han contemplado huir del país porque dudan que las autoridades no sean parte del modus operandi.
“Es un trauma que cuesta mucho superar (…) Yo al menos en las noches me he soltado a llorar, tratando de desahogarme”, confesó en entrevista para Excélsior.
El Robo
Según el relato del denunciante, los hechos ocurrieron a principios de abril, en un día común y cualquiera y poco antes del amanecer. Dos integrantes de la familia abrieron el portón para salir en el auto, pero el comando ya se encontraba listo para interceptarlos.
“Saliendo de la puerta donde sacamos el coche, le apuntaron a mi padre y a mi hermano, y los obligaron a meterse a casa nuevamente (…) Entre ocho y 10 personas, más o menos, todos ellos vestidos con equipo tipo militar, uniforme de negro, todos con chaleco antibalas, metralletas, pistoslas, todos cubiertos con gorras, cubrebocas, pasamontañas (…) Sólamente hablan 2 de ellos, los demás estaban callados (…) Se escuchaban con cierta instrucción, no eran groseros, pero sí eran como voces de personas adiestradas. Eran jóvenes todos”, narró.
Los criminales reunieron a los cuatro integrantes de la familia en la sala, donde los ataron y amedrentaron, intentando conseguir la ubicación del “tesoro”.
“Les habían dado una referencia de que había una puerta atrás de un mueble de madera (…) En el resto de la casa rompiendo puertas y abriendo muebles, rompiendo cosas, tratando de buscar esa referencia que nunca la encontraron (…) Pasó por mi mente que siendo 3 hombres en casa nos fueran a matar como ejecutan a las personas los narcos, las personas que se dedican a ésto, que a mi madre le quisieran hacer algo (…) Uno de ellos dijo ‘dispárale, dispárale en la pierna a ver qué siente’, apuntando a mí, y después me apuntó con la metralleta que tenía en la cabeza”, relató.
Los hombres destrozaron todo a su paso buscando el supuesto botín, pero tras percatarse que no había uno, se conformaron con pertenencias de valor que metieron en bolsas, un vehículo (posteriormente hallado) y 2 millones de pesos que representaban los ahorros de la familia.
Antes de fugarse, dejaron instrucciones claras para sus víctimas.
“Que no reportamos a la policía porque la policía estaba con ellos y ellos iba a saber si denunciamos y habría represalias (…) que no saliéramos en los 40 minutos”, explicó.
La residencia del denunciante no contaba con videovigilancia en aquel entonces, aunque asegura que ésta no hubiera servido de nada, ya que el comando se aseguró de no ser grabado y querían confiscar cualquier equipo de seguridad.
La familia no presentó una denuncia ni reclamo, en parte, porque los propios policías locales los persuadieron de hacerlo, argumentando que nada cambiaría. Estos mismos elementos ayudaron a ubicar, en cuestión de minutos, el vehículo robado, el cual había sido abandonado a unos cuantos kilómetros del sitio donde ocurrió todo.