
El plástico no conoce fronteras, ha viajado por el mundo y lo encontramos en los rincones más remotos del planeta, desde la Fosa de las Marianas, el punto más profundo del océano, hasta la cima del Monte Everest.
Pero este plástico viajero está generando enormes problemas. Cada año se producen 460 millones de toneladas de plástico, y sólo el 9% se recicla. El resto se fuga a la tierra, a los ríos, los océanos…y termina también en nuestros alimentos e incluso en nuestro cuerpo.
La contaminación por plásticos es un problema global, y necesitamos reglas claras que apliquen para todos los países. Si no actuamos con celeridad, se estima que para el 2060 la contaminación plástica se triplique. Tan solo en la Ciudad de México se generan 895,000 toneladas anuales de residuos plásticos con la capacidad de llenar un estadio Azteca. ¿Te imaginas este lugar icónico lleno de basura plástica?
A pesar de que este material nos ha traído múltiples beneficios, como avances médicos, alimentos mejor conservados, transporte más ligero, nos hemos quedado en una zona de confort, olvidando buenas prácticas como la reparación, el reúso o incluso el rechazo al plástico de un solo uso con tal de simplificar lo que hacemos día a día.
Uno de los mayores problemas del plástico de un solo uso, que representa alrededor del 40% de toda la producción plástica global, es que está pensado para usarse una vez y luego ser desechado, como si su historia terminara ahí. La realidad, que rara vez vemos, es que este material no desaparece. Por la conveniencia que representa, lo seguimos teniendo como primera opción de consumo, generando que este material siga viajando con pasaporte permanente a todos lados como bolsas de plástico del mandado, los vasos de unicel del café y atole, los empaques y envolturas de diversos productos, entre muchos otros.
La mayoría de estos plásticos provienen de fuentes fósiles y contienen químicos peligrosos para nuestra salud. Su producción y consumo continúan a niveles alarmantes, por lo que requerimos de una transformación colaborativa que impulse soluciones compartidas. Para lograrlo, necesitamos un marco global con reglas, límites y mecanismos de cumplimiento que contribuyan a reducir su impacto.
Ahí es donde entra el Tratado Global de Plásticos de la ONU, que busca justamente eso, acordar entre todos los países un tratado que tenga estándares globales, que pueda habilitar la innovación, inversión para soluciones circulares y competitividad que proteja nuestros ecosistemas, nuestra salud y nuestras vidas. El próximo y último tramo de la negociación de ese Tratado será del 5 al 14 de agosto, en Ginebra, Suiza, y podría cambiarlo todo.
¿Por qué debería importarte?
Porque este Tratado busca:
1. Sustituir progresivamente plásticos que son evitables y dañinos.
2. Regular químicos peligrosos en productos que usamos cada día.
3. Establecer estándares que incentiven a las empresas a rediseñar productos para que sean reusables y reciclables.
4. Asegurar financiamiento justo para que todos los países puedan implementar soluciones.
5. Crear reglas fuertes y actualizables para proteger el planeta y tu salud en el tiempo.
Cuanto más fuerte y vinculante sea este Tratado, más herramientas tendremos para enfrentar la crisis de plásticos.
En la Ciudad de México ya comenzamos este viaje hacia un modelo más justo y circular a través de la Plataforma de Acción sobre los Plásticos (PAP-CDMX), impulsando espacios colaborativos donde el gobierno, empresas, academia y organizaciones de la sociedad civil como WWF México, trabajan para rediseñar el sistema desde su raíz. Pero ningún esfuerzo local puede sostenerse sin un marco global ambicioso y vinculante.
Por eso, el Tratado Global de Plásticos sí tiene que ver contigo, conmigo, con nuestra ciudad y con el planeta.
Cada quien tiene un papel que desempeñar:
El gobierno debe fortalecer la regulación y vigilar su cumplimiento.
Las empresas deben reinventar sus modelos de negocio, innovar y diseñar sin residuos.
La academia debe seguir generando evidencia para tomar mejores decisiones.
Y nosotras y nosotros, como ciudadanía, debemos cambiar nuestros hábitos de consumo y cuestionar el modelo lineal en el que vivimos.
Estamos a tiempo de evitar que el plástico siga viajando sin rumbo. Cuidar el planeta es una tarea compartida, y el Tratado Global de Plásticos es la brújula que necesitamos para hacerlo juntos y es momento de traer a la naturaleza de vuelta y dejar a los plásticos fuera de ella.
*Mariel Ramírez es Coordinadora de la PAP-CDMX y Oficial de Economía Circular en WWF México.