
En México, la situación política y económica se parece cada día más a un largo expediente médico. En ocasiones, el país parece estar atrapado en una sala de urgencias, donde los especialistas son improvisados, los diagnósticos contradictorios y las recetas imposibles de surtir o ejecutar.
La relación bilateral con Estados Unidos sigue siendo un asunto no apto para cardiacos. Un día el país amanece con el susto monumental de que el gobierno norteamericano amenaza con aplicarle a México un incremento de 30% en aranceles y al siguiente, como quien ofrece oxígeno a un paciente en terapia intensiva, concede una tregua de 90 días para negociar con calmita. Esa montaña rusa de emociones no es saludable ni sostenible. Las palpitaciones diplomáticas, los espasmos arancelarios y la presión comercial alta ya forma parte del historial clínico binacional.
Otros que tienen serios problemas son los morenistas cuya agudeza visual ha disminuido considerablemente. De otro modo, los desplantes y desdenes que protagonizan algunos miembros del partido gobernante provocarían un síncope a cualquiera que tenga clara la doctrina oficial de austeridad republicana proclamada por la presidenta. Se requiere tener una conveniente miopía política para dejar pasar esos excesos y seguir como si nada. Además, en Morena se están dando enfermedades autoinmunes, su sistema se ataca solo y ni los anticuerpos de la disciplina partidista las controlan.
En Veracruz la inseguridad mostró nuevamente ser una enfermedad letal. La historia de la maestra Irma Hernández, obligada por criminales a grabar un video humillante para después morir de un infarto, es una muestra dolorosa de que el crimen organizado se ha convertido en un virus incurable. Sin embargo, la gobernadora Rocío Nahle sigue recetando placebos retóricos y discursos anestésicos, que no alivian ni el dolor ni la impotencia. Aunque Veracruz fue una muestra, la violencia sigue haciendo metástasis en amplias regiones del país.
Otras dolencias crónicas las está protagonizando el INE. El instituto electoral mostró en la elección de la reforma judicial un debilitamiento por falta de vitaminas democráticas y defensas institucionales, además de presentar claros signos de anemia ética y osteoporosis legal. Le tiembla la mano para sancionar y se le facturan los principios ante la presión. A pesar de las evidentes trampas que se registraron en el proceso, decidió darles a las personas que ganaron un puesto en el sistema judicial multas en cómodos abonos, cuando en realidad necesitaba que se extirparan los tumores.
La salud económica de muchas familias mexicanas también podría enfrentar síntomas alarmantes, porque las remesas enviadas desde el extranjero han caído por tercer mes consecutivo, poniendo en riesgo el principal oxígeno financiero que reciben millones de hogares.
Afortunadamente, no todo son virus ni achaques. Esta semana se registró un suceso deportivo de ésos que revitalizan el ánimo nacional, como una inyección de complejo B directo a las venas patrióticas. El clavadista mexicano Osmar Olvera consiguió derribar la legendaria muralla china en el Mundial de Deportes Acuáticos en Singapur, proclamándose campeón en la prueba de trampolín de tres metros. Un auténtico antibiótico deportivo y un analgésico emocional.
El pulso de la salud política mexicana presenta altibajos preocupantes. Mientras algunos funcionarios diagnostican problemas, pero recetan un té de tila democrático, otros prescriben medidas tan austeras como ineficaces, incluso algunos recomiendan reposo institucional absoluto para sanar las fracturas del sistema.