
Agradezco que usted me lea. Agradezco sus comentarios y sus afinidades. También sus disensos. Soy el menos indicado para responder preguntas que usted me ha formulado lector, pero en las próximas columnas de esta saga voy a tratar de responder desde mi muy particular punto de vista. Nada más. Usted tomará (como lo está haciendo ahora) lo que le sirva, lo demás que considere que es un error, pues olvídelo.
Reafirmo lo dicho publicado desde el origen y concepción de esta saga de columnas e ideas: soy católico, bautista, metodista, Testigo de Jehová. Las etiquetas conmigo no van. Menos el fanatismo. Busco a Dios, por ello hablo de él.El melómano y empresario Javier Salinas, especialista en música antigua, amén de regalarme su amistad y claro, su harto conocimiento sobre música sacra y todo tipo de interpretaciones espirituales (el melómano en su bien dotada discoteca y biblioteca, tiene discos para convocar a ese inasible Dios. Lo mismo música de Senegal, melodías bizantinas, plegarias ortodoxas, salmos de sor Marie Keyrouz, música religiosa rusa… en fin, próximamente aquí escribiré un par de columnas al respecto por todos los CD’s y conciertos que éste me ha compartido en un par de tertulias en su residencia), siempre ha puesto en mis manos libros de los cuales no sabía de su existencia.
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Es el caso de dos. Uno de ellos lo estoy releyendo. El otro es una verdadera joya para iniciados. El primero es un libro católico el cual se deja leer: “Vuelve a descubrir a Jesús”, de Matthew Kelly. El libro viene con una pequeña estampa de la Iglesia Parroquia “Santa María Reina de los Apóstoles” de la Diócesis de Saltillo. Poco más de 180 páginas.
El libro es como una especie de lecciones (materias, les nombra el autor) sencillas, esquemáticas, muy precisas y sin mayor arrojo. Lo digo en el mejor sentido. El tipo cree en Dios, cree en Jesucristo y está entregado a él. Son cuarenta lecciones, y usted lo sabe mejor que yo, es un número cabalístico en la Biblia: todo tiene que ver con el número 4 y 40. Días más y días menos, lo que dura en el vientre materno la formación de un niño.
Deletreo lo obvio que usted ya sabe: cuatro son las letras del nombre de Dios (YHWH), cuatro jinetes del Apocalipsis. Jesucristo se fue a orar y reflexionar al desierto por cuarenta días y fue tentado por el diablo (Lucas 4.2). A Jonás se le dijo que a partir de una revelación “de aquí a 40 días Nínive será destruida” (Jonás 3.4). En fin, cuarenta lecciones.
Voy enumerar algunas lecciones sugeridas por el autor con las cuales se busca descubrir a Dios: “Llegando a conocer a Jesús”, “Cuarenta palabras”, “Jesús era un radical”, “Los milagros abundan”, “El proceso de la oración”, “Puntos ciegos”. Son textos sencillos y luego viene un recuadro con el punto a meditar, una oración, una pregunta y un versículo sugerido.
Y esto como siempre es una de mis principales desconfianzas. Una y otra vez como los hermanos cristianos, se trata de “vender” la idea de que Jesús te habla, Dios te dice. “Dios me dijo ve y haz…”, “Dios me susurró y me dijo claramente ve y…”. Caray, lo he escrito antes pero permítame decirlo una vez más con todo respeto: no. No lo creo.
ESQUINA-BAJAN
Y no lo creo porque entonces Dios iría en contra de su palabra. ¿Que Dios, que Jesucristo sería éste que le habla a un australiano llamado Matthew Kelly, el cual no lo necesita, y deja de lado el “hablarle” a las mujeres muertas a palos en Coahuila y a los suicidas que son legión en el Estado? ¿Qué Dios es éste?
¿Dios y el maestro Jesús le hablan a usted seguido? Pues bueno, qué privilegio. Lo respeto. Lo he contado antes: el narrador Armando Oviedo, avecindado en el contaminado y bello DF, me mandó el siguiente texto el cual ya no recordaba del admirado Jorge Amado, brasileño él: cuando Vadinho muere y resucita un instante en la obra “Doña Flor y sus dos maridos” dice que “Dios es gordo”.
A lo cual el maestro Oviedo apostilla: “revelaciones vemos, alucinaciones no sabemos maestro”. Buen ángulo. Ahora bien, ¿saber acerca de Jesús es lo mismo que conocer a Jesús? Caray, no es sencillo. ¿Dios es gordo o flaco, por qué no es o fue mujer?
Hay un capítulo del libro de marras que naturalmente habla de una de las promesas del maestro, una de varias: la vida eterna (Juan 10.27-28). Y vuelvo a insistir, si usted cree en esto de la eternidad pues lo respeto; pero en mi caso, nada más alejado de buscar una “eternidad” y un Reino que jamás va a llegar. Muero yo, muere usted lector, pero el mundo va a seguir por siempre. Es la palabra de Dios y si es verdad, no debe haber contradicción alguna.
Por lo demás, es la gran depresión y melancolía que tienen hoy los Vampiros (de existir, claro): se aburren de ser eternos. Imagino están en sus celulares de última generación y viendo Netflix todo el tiempo, como cualquier ser humano avinagrado. Nada más bello y feliz que este momento en que yo escribo y usted me lee. Es irrepetible. Momento único. ¿Eternidad? Yo con esta vida he tenido. Regalo mi eternidad, de existir.
LETRAS MINÚSCULAS
El libro el cual próximamente reseñaré aquí es una joya: “Perlas sufíes” de Halil Bárcena, para editorial Herder. Único. Único.