
Mi querido viejo, la vida sigue, la vida pasa, son ya muchos años que la vida nos ha dado, y es posible que, casi sin darte cuenta, estés ya en lo que llamo “modo antes”, y me voy a explicar.
“Antes” no tenía problema para ver, ahora uso anteojos; “antes” oía la música muy bien, hoy necesito auxiliares auditivos; “antes” no me dolía la cabeza, ahora me levanto con jaqueca; “antes” no perdía las llaves, ahora sí; “antes” recordaba los nombres de los amigos, ahora no; “antes” mis análisis estaban normales, hoy tengo colesterol, triglicéridos, etcétera; “antes” caminaba sin problema, ahora tengo que usar bastón; “antes” disfrutaba las comidas, hoy tengo miedo de indigestión. Y así podemos hacer una lista cada día más larga de las cosas que “antes” no ocurrían y ahora forman parte de tu vida diaria.
Mi querido viejo, ésa es la vida. Hoy sábado 2 de agosto puedo conversar contigo y charlar de nuestras vidas, nuestros sueños, nuestros triunfos, nuestros fracasos, nuestras lágrimas y nuestras risas y, ciertamente, nuestras vidas no son hoy como fueron antes, y creo que lo primero que debemos hacer es reconocer que somos los mismos de siempre, pero nuestro cuerpo ya no es lo que fue.
¿Tener en la mente muchos “antes” es bueno?, creo que no, porque nuestro cerebro registra esa palabra y esos cambios como si fueran un fracaso, una pérdida, una disminución de lo que somos como personas.
Tener en la mente muchos “antes” nos puede deprimir, y la depresión es lo único que debemos evitar siempre, pero más en estos años. Un viejo deprimido está medio muerto, un viejo optimista está plenamente vivo.
En mi grupo de compañeros del colegio, que nos conocimos hace más de 75 años, nos reunimos por Zoom y conversamos de los buenos recuerdos de aquellos años –con fotos y videos–, con comentarios de nuestros maestros y amigos; ése es el “antes” que podemos y debemos disfrutar, porque vernos adolescentes y recordar los buenos tiempos es maravilloso.
Por eso te invito, querido viejo, a que olvides las quejas lamentando lo que antes hacías y ahora no puedes hacer, o lo que antes gozabas y ya no te da gozo.
Piensa en el hoy, porque afortunadamente la ciencia ha avanzado, y hoy puede controlar enfermedades que eran incurables –recuerdo a mi padre, que hizo en su consultorio una sangría de medio litro a un hombre gordo que estaba inconsciente por tener la presión arterial alta, y al cabo de la sangría despertó–, hoy una tableta evita el problema de la presión alta y santo remedio. Nuestros achaques y enfermedades pueden ser controlados por medicamentos cada vez más eficaces, y eso nos da optimismo a todos.
Olvida los “antes”, vive el ahora. Cada mañana, cada plática con los tuyos, cada sonrisa, cada abrazo que te hace vivir las 24 horas que la vida te da; recuerda que vinimos a este mundo para ser felices, para hacer el bien, para sonreír y para vivir bien y de buenas cada día, como si fuera el primero, como si fuera el último…
