
La presión pareciera llegar a Moscú en los últimos días; o al menos, es lo que se pudiera pensar desde Occidente.
La prensa rusa analiza, escribe y se muestra más que molesta con una administración estadunidense a la que hace algunos meses anteriores empezaba a idolatrar. Atrás, quedaron esos escritos donde se celebraban las declaraciones del hombre más poderoso del mundo hacia el hombre más poderoso de Rusia. Atrás, quedaron esas columnas donde analistas e investigadores se aventaban galimatías explicando la grandeza del nuevo presidente de Estados Unidos y su disposición de hacer resurgir las relaciones ruso-estadunidenses.
Casi todos los días uno puede leer en los principales periódicos moscovitas notas sobre Estados Unidos y sus ultimátums hacia la patria rusa.
Se le echa gasolina al fuego. Y, si le sumamos lo que dice la prensa occidental sobre Rusia, pues peor.
Mientras tanto, el Kremlin toma nota, escucha y da largas a lo que llega desde Washington. Quizás, da la sensación de que los funcionarios del gobierno ruso saben disimular o tratan de hacer saber que no existe preocupación.
Han sido días de dar declaraciones donde el famosísimo y flamante portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, responde a las preguntas de la prensa con un toque educado, diplomático y serio. Las preguntas más constantes y las que más son de interés público tienen que ver con el ultimátum estadunidense que se ha reducido de 50 a 10 días en algunas semanas. Por todas las sesiones informativas que he podido escuchar en ruso y desde las agencias estatales de noticias Tass o Ria Novozty, Peskov cambia algunas palabras en sus respuestas, pero siempre hace saber que Rusia está dispuesta a llegar a la paz de una manera diplomática, como también, a proseguir con su operación militar especial en Ucrania.
Nada ni nadie puede presionar a Rusia. Llegue una advertencia, un ultimátum por parte del presidente más poderoso del mundo o una recomendación diplomática de cualquier país, no existe presión alguna. La presión está del lado occidental o de los países que apoyan a Ucrania; no del ruso.
Lo que llega del extranjero, Rusia lo recibe y le da su valor. Las amenazas de sanciones y aranceles se toman de una forma tan tranquila que hasta se presume que ya se cuenta como tal con una inmunidad. Puede ser verdad o no, pero es lo que sale de la principal voz autorizada del Kremlin.
Y, por si no fuera poco, también responde al ultimátum estadunidense con ataques aéreos en Kiev y diversas regiones ucranianas.
Ante esto, queda bastante claro que Rusia no parará ni cesará sus movimientos en Ucrania, aunque se lo pida Estados Unidos mediante un tono más fuerte. La única manera que podría hacerlo es si llega a un acuerdo directamente con Ucrania o si obtiene todo lo que se ha fijado militarmente hablando.
En Rusia, me parece, que ya están acostumbrados a las declaraciones del presidente Trump. Todo se ha estudiado de manera perfecta. Sean 100, 50, 12 o diez días, no hay sorpresas. Rusia se mueve bajo el tic tac del presidente Putin. 10 días pueden ser poco o mucho. Lo importante es lo que considere Rusia y cómo lo hará.
De cualquier manera y con lo escrito en esta columna, estoy seguro de que en el Kremlin entienden lo que se podría venir al cumplirse el ultimátum de 10 días que se fijó desde Washington. Se puede decir misa y según tomar sólo nota, pero me da la sensación de que pronto veremos al presidente Vladimir Putin emitir su posición al respecto. Lo debe de hacer.