
Escribo mientras el ritmo de la incesante lluvia pareciera una melodía interminable, acompañada por los rayos y truenos que parecieran emerger de una partitura, perfectamente escrita por mater natura. Dicha maravillosa manifestación de vida nos recuerda que, en el campo, y en las propias ciudades, el que llueva es vida, es una bendición.
Un contraste más, pues la lluvia en las ciudades es generalmente despreciada por sus habitantes por que genera tráfico y embotellamientos; mientras que en el campo es muy bienvenida, el inevitable contraste entre la vida rural y la urbana, esta última es la que prevalece en nuestros días, pero si hurgamos un poco en el pasado, la gran mayoría de nuestra ascendencia proviene del campo, misma que genera una coexistencia con los animales, creando una convivencia mucha más adecuada que la existente en nuestros días en que las mascotas son ciertamente maravillosas, pero muy maltratadas, por más amor que se les tenga, pues en su gran mayoría viven en pequeños espacios, si bien les va; los propietarios contratan a un paseador, que en la generalidad de los casos, va jalando a una veintena de canes, sin voltear a verlos, pues van fijos en sus dispositivos móviles y los pobres perros van arrastrados, algunos defecando, sin poder detenerse, dejando las banquetas llenas de heces y demás suciedad. Comento esto, pues la sociedad urbana es, hoy por hoy, en su gran mayoría, una que humaniza a los animales, y deshumaniza a los humanos, situación que les hace casi imposible comprender manifestaciones como la charrería, la tauromaquia y la gallística, algo muy entendible, pero muy lejano de las costumbres y tradiciones rurales, de donde casi todos procedemos.
Comento la anterior, pues hace unos días entrevistaba al triunfador ganadero de reses bravas, Antonio de Haro González, que es descendiente de los González de Tlaxcala, siendo sexta generación de ganaderos por la parte materna, y segunda, por la parte paterna, es decir en su educación y costumbres existe la convivencia con crianza de animales, con una óptica y filosofía muy diferente a la de la mayoría de los citadinos. De Haro me señalaba innumerables manifestaciones taurinas en el estado de Tlaxcala, así como en todo el país, y se calcula que cinco millones de aficionados a la Fiesta Brava pagaron un boleto para acudir a una corrida de toros, algo tan cercano a sus tradiciones y costumbres, tan ligado a sus raíces, a quienes intentar explicarles las prohibiciones de sus aficiones resulta casi imposible, tanto como hacer entender a un citadino woke, la existencia de dichas expresiones tan arraigadas en el México profundo.Cuestión de enfoques…
