
En la cocina mexicana hay objetos que no solo cumplen una función práctica, sino que también cuentan historias. Uno de ellos es el molinillo, un batidor de madera que, aunque sencillo en apariencia, ha desempeñado un papel fundamental en la preparación de bebidas tradicionales como el chocolate caliente, el atole y el champurrado.
Este utensilio ha acompañado por generaciones a familias mexicanas en celebraciones, desayunos y rituales, y sigue vigente en pleno siglo XXI. Su historia está profundamente ligada al mestizaje, a la cocina de resistencia y a las técnicas artesanales que aún persisten en diversas regiones del país.
Origen del molinillo
El molinillo fue inventado en la Nueva España en el siglo XVI, tras la llegada de los españoles y la incorporación de sus utensilios y técnicas culinarias al mundo indígena. Antes de este periodo, los pueblos originarios de Mesoamérica ya consumían cacao en forma líquida, pero lo espumaban vertiendo el líquido desde una altura considerable.
El gusto europeo por una bebida más dulce y caliente, mezclada con leche y azúcar, generó la necesidad de nuevos métodos de preparación. Fue entonces cuando los artesanos novohispanos crearon el molinillo, inspirado en herramientas de batido europeas, pero adaptado a las necesidades locales.
Este utensilio se fabricó desde el principio en madera, tanto por su disponibilidad como por su facilidad para tallar. Se convirtió en una herramienta esencial en la preparación del chocolate espumoso, bebida que adquirió una gran popularidad entre la nobleza criolla y también entre el pueblo, gracias a su valor nutricional, su sabor y su importancia ritual.
Actualmente, el molinillo se produce sobre todo en estados con tradición artesanal como Michoacán, Oaxaca, Estado de México y Guerrero, donde se elabora a mano en talleres familiares.
¿Cómo se usa el molinillo en la cocina tradicional mexicana?
El molinillo se utiliza para espumar bebidas calientes, especialmente el chocolate. Su uso requiere técnica: se coloca dentro del líquido y se hace girar con rapidez entre las palmas, de modo que el batido manual genera espuma sin romper la superficie del líquido.
Su diseño funcional y decorativo incluye ranuras y discos móviles que, además de embellecer la pieza, ayudan a generar espuma. Esta espuma no es solo estética; en la tradición mesoamericana, era símbolo de calidad y era considerada lo más valioso de la bebida.
Además del chocolate, el molinillo se utiliza para:
- Atole y champurrado: ayuda a integrar ingredientes como masa, maíz o pinole, generando una textura homogénea.
- Chilate: bebida originaria de Guerrero a base de cacao, arroz, canela y azúcar.
- Infusiones espumosas: como algunas preparaciones con canela, clavo o piloncillo.
El molinillo ha sido desplazado parcialmente por electrodomésticos modernos, pero sigue siendo preferido en hogares tradicionales y en cocinas donde se promueve la cocina de raíz o la gastronomía ancestral. Su uso también ha resurgido como una forma de volver a prácticas sostenibles, evitando el uso de energía eléctrica y conservando técnicas manuales.
¿Cuál es la importancia del molinillo para la cultura mexicana?
Además de su función práctica, el molinillo tiene una dimensión simbólica. Su presencia en celebraciones como el Día de Muertos, las posadas y las fiestas patronales está vinculada a la preparación de bebidas comunitarias que se comparten como símbolo de hospitalidad.
También es parte del imaginario visual del México artesanal, se comercializa en ferias, mercados de artesanías y museos como emblema de la cocina tradicional. Existen molinillos con motivos florales, grabados y decoraciones que reflejan la identidad regional del lugar donde fueron hechos.
Su elaboración es considerada un saber tradicional en comunidades como Santa Clara del Cobre y Paracho (Michoacán), donde los talleres familiares producen molinillos de distintos tamaños y diseños. En estos lugares, el oficio se transmite de generación en generación, y representa una fuente de ingreso y una forma de mantener viva la identidad cultural.
El molinillo también ha sido reinterpretado por diseñadores, chefs y artistas, quienes lo incorporan en propuestas contemporáneas que celebran la artesanía mexicana y reivindican la cocina tradicional como patrimonio inmaterial.
Algunos chefs lo han reivindicado en espacios gastronómicos donde la tradición oral y culinaria es esencial. Además, es común que restaurantes de cocina típica ofrezcan chocolate espumado preparado al momento con molinillo, como parte de una experiencia cultural auténtica.
También se le ha dado uso decorativo, muchas personas colocan molinillos en cocinas, mesas o altares como representación de la herencia culinaria. Incluso se venden como recuerdos personalizados en bodas, bautizos o eventos comunitarios.
El molinillo es mucho más que un batidor, es un objeto que refleja siglos de historia, mestizaje cultural y sabiduría artesanal. Usarlo hoy no es solo un acto de cocina, es una forma de honrar la historia, conservar la tradición y defender la identidad.
No te pierdas este video: