
En plena década del setenta, cuando Hollywood ya lo consideraba un hombre retirado, Joseph E. Levine decidió jugarse su legado. Fue uno de los productores independientes más influyentes de los años 60, con cerca de 500 títulos bajo su firma. Pero tras alejarse del cine tras El día del delfín (1973), Levine no tenía planes de volver… hasta que cayó en sus manos una historia que lo obsesionó.
Se trataba de Un puente lejano, el libro publicado por el reportero Cornelius Ryan en 1974. Relataba la Operación Market Garden, una arriesgada misión de los Aliados durante la Segunda Guerra Mundial, poco después del Desembarco de Normandía. Fascinado por su potencia narrativa y su escala épica, Levine tomó una decisión temeraria: llevarla al cine sin escatimar nada.
El proyecto fue colosal. Con un presupuesto inicial de 22 millones de dólares, una cifra altísima en ese entonces, el productor adelantó de su propio bolsillo 11 millones. Apostó a lo grande, contratando al prestigioso actor y director Richard Attenborough para llevar las riendas del rodaje y fichando un reparto de estrellas inigualable: Sean Connery, Michael Caine, Anthony Hopkins, Robert Redford, Gene Hackman, James Caan, Ryan O’Neal, Dirk Bogarde, Maximilian Schell, Laurence Olivier y más.
Levine también fue innovador en su forma de conseguir financiación: cada vez que se filmaba un bloque de escenas, las editaba y las mostraba a potenciales inversores y distribuidores, asegurando así un flujo constante de dinero mientras el proyecto avanzaba.
La filmación llevó dos años, pero el resultado valió la espera. Estrenada en 1977, Un puente lejano fue un éxito global, recaudando más de 50 millones de dólares y convirtiéndose en uno de los títulos más elogiados del año, superando incluso a gigantes como Annie Hall, La espía que me amó y Abismo.
Esta épica bélica de tres horas no solo revivió un episodio militar poco explorado, sino que también demostró que, a veces, las apuestas más grandes en el cine pueden rendir frutos impensados. @mundiario