
miércoles 30 de julio de 2025
El martes por la noche, en el corazón de Buenos Aires, el Teatro Coliseo fue testigo de un acontecimiento poco frecuente: el debut en Argentina de Samara Joy, una de las voces más influyentes del jazz actual. Con apenas 25 años, la cantante nacida en el Bronx no solo acumula cinco Premios Grammy, sino que también canaliza, desde la escena contemporánea, el linaje vocal de Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan y Abbey Lincoln.
Desde que irrumpió con fuerza en 2021 con su disco homónimo, Samara Joy ha desarrollado una carrera que desafía los tiempos del mercado. En Portrait, su más reciente trabajo editado por Verve, la artista redobla la apuesta: escribe letras sobre melodías clásicas, revisita el legado de Charles Mingus y Barry Harris, e imprime su firma en cada interpretación.
Esa mezcla de tradición e innovación se vivió en escena. Durante más de una hora y media, Joy condujo un recorrido por los standards del jazz —Duke Ellington, Thelonious Monk—, temas de su propia discografía y una incursión bossa nova con “No More Blues” (Jobim-Vinicius). En cada interpretación, el público porteño —activo, atento, devoto— confirmó que no asistía simplemente a un recital, sino a una forma de ritual en la que la voz del jazz se reactualiza.
Lo distintivo en Samara Joy no reside solo en su técnica —que la lleva a sostener notas largas como si respirara por otro sistema—, sino en su escucha. “Trato de ser la mejor oyente de la música que hacemos mientras la hacemos”, dijo en una entrevista previa. Y esa filosofía se plasmó en vivo, con una entrega que no se posiciona por encima de la banda, sino entre ella.
La formación que la acompañó —la misma que grabó Portrait— estuvo compuesta por músicos con los que mantiene un diálogo sostenido: Connor Rohrer (piano), Paul Sikivie (contrabajo), Evan Sherman (batería), Donavan Austin (trombón), Jason Charos (trompeta y flugelhorn), David Mason (saxo alto y flauta) y Kendric McCallister (saxo tenor). Cada uno de ellos no solo sostuvo con solvencia la estructura del show, sino que desplegó solos breves, precisos, sin alardes.
Samara Joy no se presenta como la heredera de una época, sino como una artista contemporánea que hace del jazz una práctica viva. Su primer concierto en Buenos Aires fue prueba de eso: el encuentro de una voz que no necesita traducción, porque canta con la historia y con lo que aún no ha sido contado.