
En un mundo donde los «match» valen más que las miradas y los “me gusta” se confunden con afecto real, Celine Song nos lanza una pregunta incómoda: ¿qué precio tiene el amor? Su nueva película, Materialistas, llega como un latigazo irónico envuelto en estética de comedia romántica, pero con una carga de crítica social que apunta directamente al corazón del amor moderno… o al corazón del mercado.
Si bien la directora surcoreana-estadounidense ya había dado de qué hablar con Vidas Pasadas, en esta ocasión cambia el tono melancólico por uno más ácido y satírico, sin perder su ojo clínico para retratar la fragilidad humana. Aquí nos sumerge en la vida de Lucy (Dakota Johnson), una casamentera neoyorquina que diseña el amor para otros con base en requisitos materiales, pero que es incapaz de encontrar el suyo propio sin medirlo en tarjetas de crédito y metros cuadrados.
¿Comedia romántica? No del todo ¿Crítica social? Más de lo que parece.
Aunque el envoltorio parece sacado de una rom-com de principios de los 2000, con vestuarios impecables, neones urbanos y citas en restaurantes de diseño, Materialistas tiene más crítica de lo que aparenta. Song construye, con inteligencia, una película que cuestiona la lógica de las relaciones afectivas bajo el modelo del consumo.
Lucy está atrapada entre dos figuras masculinas bien distintas: por un lado, Harry (Pedro Pascal), un millonario sofisticado, tranquilo, el epítome del “buen partido o Unicornio”; por otro, John (Chris Evans), su ex, un aspirante a actor sin mucho dinero, una mala carrera, pero cargado de encanto, caos y, sobre todo, química genuina.
La interpretación de Dakota Johnson sostiene buena parte del filme. Su Lucy es cínica, pero vulnerable; elegante, pero rota. Tiene momentos de lucidez aguda y otros de patetismo cómico, y Johnson sabe navegar todos esos matices.
Pedro Pascal, por su parte, encarna al hombre ideal que representa todo lo que Lucy cree querer, pero nunca logra conectar con ella de forma auténtica. Y aunque su actuación es sobria, es con Chris Evans donde realmente se enciende la pantalla. La química entre ambos es evidente, espontánea, y da pie a algunas de las mejores escenas del filme. El espectador sabe que Lucy siente algo distinto con él, algo que ni los relojes de lujo ni las cenas en rooftops pueden comprar.
El amor como industria… y como espejismo
Lo más inquietante —y atractivo— de Materialistas es que nunca olvida que el amor es, hoy por hoy, una mercancía. Las apps de citas, los algoritmos de compatibilidad, los filtros de Instagram… todo está diseñado para convencernos de que hay un modelo ideal de pareja, y que esa pareja debe venir con coche, piso, y preferiblemente acciones en bolsa.
El final es algo épico, aunque predecible. Algo que se resalta es que se leja de los finales de Hollywood, la chica se queda con el principe, con dinero. Aquí, el final se ve como una elección más de amor que de intereses. @mundiario