
La tercera etapa de nuestra Misión Empresarial a Japón nos confrontó con una verdad profunda: la tecnología y productividad son condiciones necesarias, pero no bastan. La competitividad plena exige visión institucional, respeto por la dignidad humana y compromiso con su desarrollo.
Lo vimos en plantas, en reuniones empresariales y en decisiones cotidianas de empresas que han hecho del compromiso social y la mejora continua su base para innovar y perdurar. En esta etapa visitamos Gogyofuko, BURRTEC, HOGETSU KOUGYOU, OMRON Kyoto Taiyo, Kyocera y Toyota. Seis modelos distintos de éxito empresarial, todos con una cultura centrada en lo humano.
Gogyofuko, líder en distribución de alimentos gourmet, apuesta por conquistar al cliente mediante sabor, experiencia y sorpresa. Su modelo muestra que la pasión, la autenticidad y la creatividad pueden ser claves para competir a escala global. Abierta a proveedores internacionales que ofrezcan productos únicos, representa una oportunidad real para empresas mexicanas de alimentos y bebidas.
BURRTEC, especializada en cepillos industriales y soluciones para centros de datos, destaca por innovar con foco en el bienestar de las personas. Durante nuestra visita, exploramos oportunidades de expansión hacia Norteamérica y propusimos a México como plataforma manufacturera estratégica dentro del marco del TMEC.
“El cliente primero. Nuestra gente primero. Nuestra misión es crecer juntos”. Con esta breve canción, HOGETSU KOUGYOU, dedicada al procesamiento de piezas de acero, expresa su visión de no reemplazar personas, sino desarrollar su talento y potenciar su crecimiento.
Kyocera mostró que es posible construir una cultura organizacional sólida, basada en valores, con énfasis en la calidad y en el desarrollo integral de las personas.
Toyota, con su reconocido modelo de producción, recordó que las grandes empresas no nacen grandes: se hacen grandes con visión, valentía y capacidad de evolucionar sin perder coherencia.
Uno de los momentos más conmovedores fue la visita a OMRON Kyoto Taiyo, donde gran parte del personal tiene alguna discapacidad. Ahí, la inclusión no es eslogan ni obligación normativa: es convicción convertida en modelo de negocio. Reconocer capacidades distintas, potenciar el talento individual y generar productividad desde el respeto define una práctica que trasciende etiquetas ideológicas. Lo expresa con claridad su lema: “Con nuestro trabajo mejoramos nuestra vida, construyamos una sociedad mejor”. Una incorporación auténtica, eficiente y profundamente humana.
Estas experiencias nos obligan a repensar el modelo empresarial que estamos construyendo en México. ¿Apostamos realmente por el largo plazo? ¿Cómo asumimos la innovación? ¿Qué trato damos a las personas en nuestros centros de trabajo?
Japón no es perfecto, pero sí consistente. Su innovación es paciente, basada en el dominio de procesos, la colaboración técnica y la disciplina colectiva, que permite avanzar incluso en escenarios adversos. México puede y debe aprender de ello. Aunque nuestras condiciones son distintas, el compromiso con la excelencia y la dignidad humana debe ser compartido.
Ante el reordenamiento económico global y el flujo de inversión hacia regiones con certeza, talento y propósito, México tiene una oportunidad clave. Pero para aprovecharla se necesita más que buenas intenciones, hacen falta condiciones estructurales, voluntad política, instituciones sólidas y una cultura empresarial comprometida.
En varios encuentros discutimos también el papel de la tecnología emergente, en especial la inteligencia artificial. En Japón comprendimos que la IA no debe verse como amenaza al empleo, sino como herramienta para elevar la productividad, facilitar procesos y potenciar las capacidades humanas. La clave está en cómo se adopta, con ética, enfoque y la convicción de que la persona sigue siendo el centro del trabajo. La tecnología es un medio, no un fin. El reto real es formar talento capaz de convivir con ella, dominarla y convertirla en aliada para generar más valor.
Esta misión deja alianzas posibles y preguntas ineludibles. ¿Qué tipo de empresas queremos ser? ¿Qué papel debe asumir México en la economía global? ¿Qué liderazgo demanda esta etapa histórica?
Lo que vimos en Japón no es inalcanzable, pero sí exige decisión, esfuerzo colectivo y transformación real. En Coparmex creemos que este es el momento de definir una ruta clara, apostar por la innovación con sentido humano, y por la inversión con certeza y visión de país.
Japón mostró que las empresas más admiradas no se distinguen por su tamaño, sino por los principios que las sostienen. Con trabajo serio, instituciones fuertes y liderazgo empresarial comprometido, México puede lograrlo.