
martes 29 de julio de 2025
La crisis causó 2 nuevas muertes – segunda parte (2025), dirigida por Patricio Escobar y Damián Finvarb, retoma el núcleo de su primer documental —estrenado en 2006— y lo expande con una mirada renovada, más incisiva. Si aquel trabajo había revelado el papel de los medios en la construcción del relato oficial tras la Masacre de Avellaneda —en especial Clarín, que tituló con eufemismo su tapa mientras ocultaba fotografías que comprometían a la Policía Bonaerense—, esta nueva entrega se desplaza hacia el diseño institucional de la represión, contado por quienes ocuparon lugares de decisión. El foco ya no está solo en cómo se encubrió la violencia, sino en cómo se organizó desde el poder y cómo persiste.
Dividido en dos capítulos bien diferenciados, el film comienza por reconstruir el operativo represivo del 26 de junio de 2002 a través de entrevistas a los principales responsables políticos del momento: Eduardo Duhalde, Felipe Solá, Juan José Álvarez, Marcelo Saín, entre otros. Las declaraciones, cruzadas con imágenes de archivo, dejan al descubierto contradicciones y delinean una estrategia de disciplinamiento social frente al avance de las formas de organización popular que emergían en aquel contexto: asambleas barriales, movimientos de desocupados, fábricas recuperadas.
El segundo capítulo establece un puente con el presente. Muestra cómo los dispositivos de control no desaparecieron, sino que se adaptaron y siguen operando bajo nuevos lenguajes. El recorrido culmina con el caso del fotógrafo Pablo Grillo, herido de gravedad en marzo de 2025 por una bomba lacrimógena disparada por Gendarmería durante una protesta pacífica de jubiladas y jubilados frente al Congreso. Ese hecho, lejos de funcionar como epílogo, restituye la dimensión actual del problema: la represión no cesó, solo se transformó.
El documental evita conclusiones cerradas. Su fuerza reside en el entretejido de archivos, voces políticas y testimonios territoriales que exponen una maquinaria de poder que se activa cada vez que la calle se convierte en territorio de disputa. La violencia institucional ya no aparece como error o desborde, sino como parte de un diseño que se reactualiza ante cada crisis.
El caso Grillo no clausura el relato, lo proyecta hacia una democracia tensionada, donde la protesta vuelve a ser demonizada y la represión se enuncia sin pudor. La película no solo reconstruye un crimen de Estad, sino que propone una lectura urgente del presente, donde la memoria opera como herramienta crítica ante la normalización del castigo y la obediencia.