
CDMX.- El expresidente Andrés Manuel López Obrador se encuentra molesto con su hijo Andrés Manuel López Beltrán, conocido como Andy, y el senador Adán Augusto López Hernández, debido al uso de recursos públicos con fines personales.
Así lo revela hoy el periodista Raymundo Riva Palacio en su columna “Estrictamente Personal”, publicada por VANGUARDIA, con información basada en fuentes dentro del propio gobierno de Claudia Sheinbaum.
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“López Obrador, de acuerdo con funcionarios del gobierno de Sheinbaum, está muy molesto con su hijo y con el senador. La molestia, señalaron, tiene que ver con los abusos en el uso patrimonialista del dinero”, refiere en el artículo.
Andy López Beltrán ha sido blanco de críticas debido a que, en medio de la crisis que vive el partido, ha tomado unas vacaciones en Japón, donde ha sido captado dentro de uno de los hoteles más caros del Tokio, así como saliendo de una tienda Prada, la firma italiana de moda de lujo.
Debido a estas vacaciones, el secretario de Organización de Morena se ausentó de la octava Sesión Extraordinaria del Consejo Nacional de Morena, donde el partido definió las estrategias para redefinir el rumbo con miras a las próximas elecciones.
Si bien tanto López Beltrán como López Hernández son piezas claves dentro del movimiento fundado por López Obrador, la reciente molestia del exmandatario se debe a que el dinero ha ido a parar en beneficios personales y no con fines políticos.
Riva Palacio explica que el expresidente tiene una doble moral, donde puede haber corrupción, pero no está mal si los recursos van al movimiento, pero es “pecado capital” si llega a los bolsillos personales.
“El presidente emérito tiene una moral bipolar donde sí existe corrupción, pero el dinero va fundamentalmente a su causa política –como tantas veces lo hizo él desde los noventa–, no es un acto ilegítimo e inmoral, pero si el dinero llega exclusivamente a los bolsillos de los suyos, es un pecado capital.
“Según la información que ha trascendido, esta es la razón del cambio de humor y tenor con su hijo y con quien llama ‘hermano’”, refiere el periodista en su artículo.
Por su parte, Adán Augusto enfrenta un creciente escándalo por su cercanía con Hernán Bermúdez Requena, exsecretario de Seguridad de Tabasco nombrado por él, quien es señalado por presuntamente encabezar “La Barredora”, una organización criminal vinculada al Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), durante su paso por el gobierno de esa entidad.
En medio de ese contexto, Riva Palacio observa que la opinión tanto de la prensa crítica como neutral coincide en señalar que López Hernández es ya un “fusible quemado”. Mientras que a Andy, incluso las propias “plumas obradoristas”, lo han criticado por no “tener la madera ni la vocación para llevar el legado de su padre”.
LOS LÓPEZ PROMETIERON GRANDEZA, PERO DEJARON MISERIA: RIVA PALACIO
Para el periodista Raymundo Riva Palacio el apellido “López” es sinónimo de oportunismo. En su columna destaca que los políticos mexicanos que lo han llevado prometieron grandezas, pero lo que dejaron fue sólo miserias.
“El apellido López ha sido emblema de accesos rápidos al poder y desenlaces funestos para México”, refiere.
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El periodista compara Antonio López de Santa Anna y José López Portillo con los actuales López: Andrés Manuel, Adán Augusto y Andy, a quienes señala de ser “herederos directos de aquel caudillismo y priismo que prometían grandeza y dejaron miseria”.
Advierte que históricamente, los políticos con ese apellido han estado vinculados con episodios de corrupción, crisis económicas y devastación institucional.
“Hay en esta saga de los cinco López un hilo conductor: la ambición desmedida, el utilitarismo político y el desprecio por las instituciones que sostienen la República, convenientemente respaldado, en los tiempos actuales, por silencios y complicidades en el gobierno y el partido”, asevera en su artículo.
El editorialista recuerda que López de Santa Anna, quien ocupó la presidencia de México 11 veces, “fue el arquetipo del caudillo que hizo negocios al amparo del poder, que ejerció el poder de manera teatral con caprichos, en un país que consideraba su botín”.
Mientras que López Portillo, quien fue presidente de 1976 a 1982 y dejó una profunda crisis económica y política, fue un “nepotista confeso y cínico, fue tocado por la soberbia mientras permitía la corrupción de sus amigos y prometía la riqueza para todos”.