
La pregunta no es ociosa ni malintencionada. Es una pregunta hecha, en realidad, con un fondo de gran preocupación. No por una persona, sino por el funcionamiento de una institución fundamental del Estado mexicano: la Presidencia, ni más ni menos.
¿Quién o quiénes de su gabinete de gobierno obedecen a la Presidenta? ¿Quién o quiénes de la dirección política de Morena, en el partido y en el Congreso, obedecen a la Presidenta? La pregunta se hace necesaria ante el cúmulo de evidencias de que la Presidenta camina en una dirección mientras muchos del gabinete, del partido y del Congreso parecen caminar en dirección opuesta.
Para ir de lo más simple a lo más complejo, lo más inmediato es el tema de las vacaciones lujosas de muchos miembros destacados de Morena, contrariando la instrucción verbal presidencial emitida desde la mañanera, instruyendo un comportamiento austero a los miembros de Morena.
El primero en desacatar la orientación dada por la Presidenta fue Andy López Beltrán, hijo de AMLO, haciendo excursión a Japón. Se encuentra alojado, según divulgó la prensa, en un hotel exclusivo de cinco estrellas en Tokio. Va acompañado del diputado morenista Daniel Asaf, otrora cabeza de la Ayudantía de López Obrador cuando era presidente. Obviamente, los comentarios sobre su “austeridad” abundan en las redes.
En la misma situación están los diputados Ricardo Monreal y Enrique Vázquez, así como los Yunes, padre e hijo, ambos exsenador y senador en funciones de la República, respectivamente. Por otro lado, Mario Delegado, secretario de Educación Pública del gabinete federal de Sheinbaum, también fue captado por fotógrafos en un hotel de lujo en Lisboa, Portugal. Y la lista sigue, pues los mismos morenistas están publicando en sus redes sociales sus actividades vacacionales de lujo.
No se necesita el sistema Pegasus para detectar sus andanzas. Pero quien sí se desgasta con el asunto es la presidenta Sheinbaum, quien empezó regañando a Monreal y otros. ¿También le tocará regaño a Andy?
El problema de la Presidenta es que lo que han hecho evidente los muchos vacacionistas morenistas es que no les importa la opinión de la Presidenta. Al ser desdeñada e ignorada, la Presidenta denota debilidad política.
La Presidenta asume posturas de “superioridad moral”, pero al ser desdeñada proyecta algo que ella seguramente no quiere: falta de autoridad sobre los suyos.
Sheinbaum presentó una lista de criterios de conducta correctas para los morenistas. No reelección inmediata, nada de traspasar puestos a familiares y la cancelación de derechos a ciertas personas ya integradas a Morena cuyos antecedentes los confirmaba como personajes de conducta moralmente reprobable.
Morena básicamente respondió “sí, pero no sabemos cuándo… por ahora, no”. Su partido la bateó. Encima, no se le permitió incluir ningún operador propio en el Comité Ejecutivo Nacional. Ese órgano es coto personal del expresidente.
La Presidenta Sheinbaum envió una nueva Ley de Seguridad Nacional que le otorgaba nuevos e importantes poderes a Omar García Harfuch en materia de combate al narcotráfico. El Congreso le devolvió una ley que otorgaba esos poderes, pero al Ejército y a la Guardia Nacional, no a Harfuch. Esa decisión le correspondió a López Obrador tomarla, porque desconfía de Harfuch.
Todas las iniciativas legislativas presidenciales han sido cambiadas y transformadas o enviadas al cajón para ser votadas “después”.
La desconexión entre la Presidenta y el resto de su entorno político es preocupante. Siendo el sistema político mexicano presidencialista, surge la pregunta: ¿quién está tomando las decisiones: AMLO o Sheinbaum?
Lázaro Cárdenas tardó alrededor de 17 meses para deshacerse del “Maximato” de Plutarco Elías Calles. Sheinbaum está entrando al décimo primer mes de su mandato y no se ve cómo saldrá de la opresiva situación que la tiene como rehén, considerando que no tiene la fuerza política ni la capacidad operativa para salir de su jaula.
