
No sabemos aún, habrá que comprobarlo en los próximos días, si el Operativo Liberación logró romper la trama de extorsión que controló buena parte del sur del Estado de México en los últimos años. Lo que ocurría en Valle de Bravo, Malinalco, Ixtapan de la Sal y en muchos otros municipios menos favorecidos de la geografía mexiquense era terrible: no había producto que se consumiera en ellos, desde materiales de construcción hasta tortillas, que no pagara el “impuesto” de la extorsión con incrementos respecto a su precio de mercado de hasta 400 por ciento.
No sabemos si el operativo logró romper con toda esta trama que operó con impunidad durante años y que constituía la mejor demostración de cómo funciona realmente la extorsión en México. Los integrantes de la Nueva Familia Michoacana, de los hermanos Olascoaga, El Pez y El Fresa, construyeron un andamiaje en torno a organizaciones de fachada, como el sindicato Libertad, para poder controlar desde allí el transporte, y a través del transporte de insumos controlaron el consumo, establecieron un mecanismo de supervisión que utilizaba desde los taxis hasta los policías locales, un andamiaje que no podría haber funcionado sin muchas complicidades en las áreas municipales.
Se realizaron en el Operativo Liberación (el nombre se lo dio la presidenta Sheinbaum unos días antes de que se realizara, originalmente se iba a llamar Consorcio) 52 cateos simultáneos en 14 municipios, hubo algunos enfrentamientos, bloqueos realizados por los grupos que son la base social del crimen, se sufrió el secuestro de algunos policías y hubo varios detenidos. Pero funcionó acertadamente.
¿Se lograron todos los objetivos? Lo dudo, nunca en este tipo de operativos se logra todo. Pero sí me queda claro que es así como se deben realizar si se quiere romper con las cadenas de extorsión. No alcanza con detener extorsionadores aislados, son tramas con un tejido muy estrecho, con demasiados eslabones que se van concatenando uno con otro, que para romperlos deben ser golpeados simultáneamente.
La Fiscalía del Estado de México, encabezada por José Luis Cervantes, trabajó (en alguna ocasión pude ver incluso los avances de la organización de este operativo) durante meses tratando de encontrar eslabón tras eslabón, personaje tras personaje, averiguando desde el movimiento de las tiendas de abarrotes y tortillerías hasta el de los camiones del sindicato y buscando quiénes eran los operadores reales de todo el mecanismo, que en ocasiones estaban lejos del lugar de los hechos. Y cuando se tuvo la información y las órdenes de captura, se golpeó con operativos simultáneos en todos los objetivos, el mismo día, a la misma hora y con la utilización de fuerzas federales y locales combinadas.
Pero tampoco fue una operación aislada. Se habían dado, con anterioridad, operativos previos que golpearon a la Familia Michoacana y su red de control. El primero fue Enjambre, en el que se detuvo a varios presidentes municipales y secretarios de seguridad de alcaldías mexiquenses. Luego hubo otro operativo, que tuvo mucha menos difusión, en el que se decomisaron, en forma también simultánea, las mansiones que usaban los hermanos Olascoaga y otros líderes de la Familia Michoacana en toda la región, despojándolos de bases logísticas importantes. El tercero fue Liberación, que buscó quitarles protección y recursos.
Insisto, habrá que esperar los resultados, pero es así como se debe operar ante estas tramas criminales. Ése es el modelo idóneo. Muchas veces es importante la detención de un delincuente o una célula, pero es más importante golpear, si es posible, en forma simultánea sobre toda la red, porque de esa manera, aunque se escapen algunos objetivos, lo que se impide es que la misma funcione y se pueden atacar luego los tramos que no se alcanzaron, porque se va aislando a los líderes criminales. Para eso se requiere trabajo, paciencia e inteligencia, mucha, y buena información sobre el terreno. Y eso se puede hacer cuando existe voluntad política, una buena coordinación entre los mandos, y en este caso entre el fiscal Cervantes, el secretario de Seguridad, Cristóbal Castañeda, y de éstos con la Defensa, la Marina y con el secretario García Harfuch.
Mientras eso sucedía en sur del Estado de México, el oriente se exhibía como una zona con una inseguridad galopante. En Ecatepec, más de 90 por ciento de la población se siente insegura, y todo el oriente del estado vive una situación delicadísima en el ámbito de la seguridad. Allí se creó días atrás un mando único para toda la región, que es una salida institucional inteligente, que gira en el mismo sentido que los operativos en el sur del estado: tratar de encontrar soluciones que puedan dar golpes globales que rompan redes criminales. Me temo que será infinitamente más difícil porque las condiciones que imperan lo son y porque se han sumado demasiados años de abandono y de empoderamiento criminal en toda esa región metropolitana.
Es muy difícil romper este tipo de tramas y complicidades, donde no se diferencia demasiado entre delincuentes, colaboradores, beneficiarios directos o indirectos de esas actividades. Pero es imprescindible hacerlo y dar, uno tras otro, este tipo de golpes, como el de Valle de Bravo, el del Operativo Liberación. Hay un desafío adicional que no es menor: la complicidad de muchas autoridades con los delincuentes. Romper esos mecanismos de complicidad es una exigencia social y una necesidad urgente para dejar de ser rehenes de los criminales.