
“De aquí no van a salir nunca, solo en bolsas negras”, esta frase quedó grabada en la memoria de Anyelo Sarabia, uno de los 252 migrantes venezolanos que estuvieron encarcelados en El Salvador y retornaron a su país el pasado 18 de julio.
Nos dicen que teníamos que bajar del avión y como no queríamos, nos empezaron a golpear y de ahí nos llevaron a un autobús
Sarabia atravesó la selva del Darién y llegó a Estados Unidos en 2023, después de varios meses sin empleo, consiguió como asistente de albañilería, oficio al que también se dedicaba en el estado Aragua, de donde es oriundo.
En enero de este año se presentó a su cita migratoria y fue detenido, para luego aterrizar el 16 de marzo en el Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot) en El Salvador, país que nunca había visitado.
Protestas para pedir la liberación de 238 venezolanos. Foto:AFP
La familia de Anyelo habló en varias oportunidades con este diario, relatando lo poco que sabían desde la última llamada del joven, quien avisó que sería deportado a Caracas, lo cual nunca pasó.
“Aterrizamos y vimos que decía El Salvador. Había antimotines, militares, patrullas… le preguntamos a los agentes por qué estábamos ahí y nos dicen que iban a dejar a un salvadoreño, pero luego nos dicen que teníamos que bajar del avión y como no queríamos, nos empezaron a golpear y de ahí nos llevaron a un autobús”, narra Sarabia, quien había sido detenido en Texas.
“Nos pusieron esposas en manos y pies. Tardamos como una hora en llegar al Cecot. Ahí nos tiraron al piso, nos arrastraron y decían los agentes de El Salvador: bienvenido al infierno, de aquí no van a salir nunca, la única manera de salir es en bolsa negra”, recuerda Anyelo aún afectado.
En Venezuela, entre el 17 y 18 de marzo, se comenzó a conocer la noticia de que un primer grupo de 238 hombres estaba en el Cecot, esto por los videos que publicó el presidente salvadoreño Nayib Bukele, en los que acusaba a los jóvenes de pertenecer a la banda criminal “El Tren de Aragua”.
Rápidamente se hicieron virales los videos y las familias empezaron a reconocer a sus hijos, sobre todo cuando estaban arrodillados mientras les rapaban el cabello.
Varias familias identificaron a los jóvenes en los videos gracias a sus tatuajes. Foto:AFP
La versión de Anyelo coincide con otros tantos testimonios del grupo. El joven le cuenta a este diario que varias veces hicieron huelga de hambre ante los “abusos” que se cometían.
“Creo que era el módulo 11 en el que estábamos nosotros. Ahí el piso era pura sangre, gente llorando”, dice el joven quien fue recibido por su familia y vecinos, los mismos que viajaban todas las semanas a Caracas a marchar por la libertad de los detenidos.
Me dice que le de pastillas para dormir. Cierra los ojos y recuerda todo, cómo les pegaban. Ahora sufre de la tensión
Sarabia recuerda la visita a esa cárcel de la secretaria de Seguridad de Estados Unidos, Kristi Noem. Dice que todos los venezolanos gritaban y pedían libertad “pero no pasó nada”.
Una de las cosas que más atemorizaba a Sarabia era lo que repetían los encargados de la cárcel: los venezolanos estaban condenados a 30 años por ser terroristas.
Golpizas, huelgas de hambre, menú de arroz con pasta, era el día a día de los jóvenes, quienes no sabían que en Venezuela había todo un movimiento pidiendo su liberación.
Según la ong salvadoreña Cristosal -ahora en el exilio por persecución del gobierno de Bukele– al menos el 47% de los venezolanos en el Cecot estaba en proceso de asilo en Estados Unidos, 11% tenía Estatus de Protección Temporal (TPS), solo 30% tenía orden formal de deportación, 24% estaba en riesgo si volvía a Venezuela y el 87% no tenía antecedentes penales.
Protestas para pedir la liberación de 238 venezolanos. Foto:AFP
Las secuelas que permanecen
Wild Chirinos no sabía que su familia también pedía su libertad. Con pancartas y afiches, marchaban casi todas las semanas en Caracas. Su hermana Katherine Chirinos le contaba a EL TIEMPO que su hermano no era ningún delincuente.
Ahora Chirinos está en su humilde hogar en Valencia, pero hay daños por sanar. “Tengo que conseguirle un psicólogo, no duerme, mueve sus manos constantemente. No contamos con los recursos para eso”, dice Katherine a este diario.
Nos tiraron al piso, nos arrastraron y decían los agentes de El Salvador: bienvenido al infierno, de aquí no van a salir nunca
Wild es barbero, también se fue por El Darién buscando “futuro”, pero terminó en el Cecot.
“Me dice que le de pastillas para dormir. Cierra los ojos y recuerda todo, como les pegaban. Ahora sufre de la tensión”, cuenta Katherine.
La Fiscalía venezolana aseguró que abrió una investigación por las denuncias de abusos, que incluirían abusos sexuales, según Tarek William Saab, fiscal general de Venezuela, quien apuntó directamente contra Bukele.
Por su parte, el ministro de Interior, Diosdado Cabello, aseguró que habían pagado “un alto precio” por estos jóvenes, al entregar a 10 estadounidenses presos en Caracas, pero que aun así “había valido la pena”.
Familiares de los migrantes detenidos en El Salvador protestaron por meses por su liberación. Foto:EFE
Este intercambio se concretó el 18 de julio tras una nueva negociación entre Caracas y Washington, la cual derivó además en lo que será la reanudación de operaciones en el vecino país, de la petrolera estadounidense Chevron.
Ese día, dos aviones privados venezolanos aterrizaron en El Salvador para buscar a los 252. Los 252 fueron despertados a las 4 de la mañana, les dijeron que se bañaran y cepillaran sin decirles para qué.
Familiares reclamaron por meses por la liberación de sus seres queridos. Foto:EFE
“Nunca nos dicen que vamos para Venezuela, sino que nos sacan del Cecot y nos montan en un bus. Cuando llegamos como a una base militar nos dice un funcionario venezolano que sube al bus: buenas tardes, soy de la migración de Venezuela y ahora se dirigen a su país”, dice Sarabia.
Ya en casa, los liberados aseguran que no volverían a emigrar. Algunos ya emprendieron acciones legales. Neyiyerver Adrián León Rengel denuncia haber sufrido abuso “físico, verbal y psicológico” y pide 1,3 millones de dólares en retribución por daños al presentar una demanda civil contra el Gobierno de Donald Trump, alegando que fue detenido y expulsado sin el debido proceso legal.
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