
Tres segundos fue el tiempo que transcurrió entre que sonaron las alarmas y se estrelló el misil lanzado por la organización terrorista Hezbolá, desde Líbano, a un campo de futbol en el que practicaban al menos 40 niños y adolescentes. El saldo: 12 muertos y otros 20 heridos.
Pasaban las 6 de la tarde de aquel 27 de julio de 2024 cuando las familias reunidas en las instalaciones deportivas de la aldea drusa Majdal Shams, en la Altos del Golán (al noreste de Israel, muy cerca de la frontera con Líbano y Siria), percibieron con miedo y angustia el ruido de las sirenas, la trayectoria del artefacto y el impacto. Todo ello en tan sólo unos instantes.
No era la primera vez, pero sí la que trajo el infierno a la tierra.
Los niños estaban aquí entrenando futbol, cuando oyeron y corrieron rumbo al refugio que justo acabábamos de recibirlo poco tiempo antes. Entre que oyeron el cohete y cayó, pasaron tres segundos”, así lo recordó a Excelsior, Hasan, miembro de la comunidad y testigo de ese momento.
La imagen que vino después fue dantesca: seis de los menores yacían junto a la reja perimetral del campo y a los restos del cohete, otros en el patio que conduce al búnker de seguridad, al cual no alcanzaron a ingresar y el resto, regados en el césped quemado de la cancha y los juegos junto a una velaria.
Tuvimos muchos heridos acá y de los heridos varios están en recuperación, pero el mayor problema es que deben recuperarse del shock y del susto, después del miedo y de lo que sucedió”, indicó Hasan, quien recibió en su silla de ruedas a un grupo de periodistas.
Durante todo ese sábado, la organización terrorista lanzó al menos 80 cohetes hacia territorio israelí en respuesta a la operación del ejército hebreo contra Hamás en la Franja de Gaza, tras los hechos del 7 de octubre de 2023.
El misil iba cargado con 53 kilos de explosivo que detonó a un costado de donde se llevaba a cabo un partido de futbol. Sus esquirlas marcaron los muros de las construcciones y el fuego consumió, además de la vida de los menores, las patinetas, bicicletas y triciclos con los que llegaban a practicar su deporte. A un año, ahí permanecen.
Hoy, las familias tratan de recuperarse de una tragedia que nunca imaginaron vivir, así lo expresó Amal Alshaer, madre de Adam, uno de los pequeños que por fortuna salvó la vida, aunque con lesiones importantes por las esquirlas del misil.
Podría haber quedado discapacitado, pero Dios lo ayudó y volvió a la normalidad. Sin embargo, está traumatizado por la lesión y los médicos lo tratan constantemente, y la familia está siempre con él porque está sufriendo mucho”.
A manera de memorial, la comunidad colocó en lo que quedó de pie de la reja perimetral las fotografías de las 12 víctimas inocentes (10 niños y dos niñas): Ameer Abu Saleh, Yazan Abu Saleh, Johnny Ebrahem, Fajr Abur Saleh, Naji Halabi, Alma Fakher, Milar Shaar, Hazem Abu Saleh, Ezel Ayoub, Nazem Saab, Guevara Ebrahem y Venes Safadi. Todos, entre los 10 y los 16 años de edad.
Otra lona dibujada por sus compañeros y en la que plasman sus huellas a manera de despedida. Le acompañan con varias coronas de flores, veladoras, moños e incluso, los trofeos que como equipo lograron.
Mais Bathish es madre de Cain Bathish, de Masaada quien también sufrió heridas graves.
Le realizaron muchas cirugías y la próxima será dentro de un mes. No sólo sufrió lesiones físicas, sino también mentales”, dice.
Los pequeños, en tanto, se han vuelto a apropiar de la cancha, a practicar su deporte. El ruido que hacen al recibir indicaciones del entrenador, golpear el balón y pegar en la red se ahoga ante el silencio del nulo festejo porque en el campo faltan 12 jugadores, compañeros y amigos insustituibles.
cva