
Esta conducta se ve impulsada por las condiciones de tráfico propias de las grandes ciudades, donde la cantidad de vehículos crece y se multiplica.
En este contexto, también aumenta el riesgo de enfrentarse a episodios de conducción agresiva o, en casos más extremos, de “ira al volante”.
Aunque muchas veces se utilizan como sinónimos, es importante diferenciar ambos términos. La conducción agresiva abarca una serie de maniobras imprudentes o provocadoras: exceder la velocidad, cambiar de carril sin señalizar, hacer gestos insultantes, cortar el paso a otro vehículo o no respetar la distancia de seguridad.
Por el contrario, la ira al volante representa un nivel más extremo de violencia. Incluye comportamientos como golpear intencionalmente a otro coche, iniciar peleas físicas por desacuerdos en el tráfico, sacar a otro vehículo de la carretera o incluso utilizar un arma para atacar.
En la mayoría de los casos, la raíz de la conducción agresiva no se encuentra en el tráfico en sí, sino en el estado emocional previo del conductor.
Una discusión antes de salir, un mal día o un problema laboral pueden hacer que una persona ya suba al coche con tensión acumulada. Esa predisposición negativa se potencia ante cualquier obstáculo en la vía, haciendo que el enojo explote con rapidez.
También es común que la ansiedad por llegar a destino aumente el nivel de agresividad. Cuando una persona conduce con la presión del tiempo en contra, cualquier otro vehículo se convierte en un estorbo.
La ira al volante puede desencadenar situaciones peligrosas y de violencia. Foto:iStock
¿Cómo combatir la furia al volante? Esto explica la psicología
De acuerdo al informe de Psicología Para Todos, hay estrategias simples que ayudan a manejar el enojo y evitar conflictos peligrosos al conducir.
Por ejemplo, recordar que dentro del otro vehículo hay una persona, pedir disculpas si se comete un error, o dejar pasar a quien conduce de forma imprudente sin entrar en confrontaciones innecesarias.
También se recomienda no abusar de la bocina, ya que puede irritar a los demás conductores, y detener el vehículo unos minutos si se percibe que el nivel de agitación es muy alto.
Aprender a identificar y manejar el enojo en el tráfico no solo mejora la convivencia en las calles, sino que puede prevenir accidentes y situaciones de violencia.
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